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Carta a mi mujer.

Sep 16, 2025

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Carta a mi mujer.
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Querida Lucila:

Escribo.

Si, escribo porque a mi garganta se le prendieron [como garrapatas] varios silencios inauditos.

No encuentro en este dolor tan consciente el consuelo de tus brazos, pero sé que en la lejanía estás sonriendo.

Hoy es tu día.

Viajé con mi corazón en una bolsa de papel, apretado contra tu regalo de cumpleaños. Aguardó hasta que llegó al gran Buenos Aires, pero escapó de la cárcel a las 00:00

Ahora pienso. ¿Es prudente regalartelo?

Escucho las voces extrañas en el comedor. Si, el comedor de tu casa que me aterroriza. No sé si serán las paredes blancas o el sutil murmullo que hacen las cortinas cuando entra el viento por las ventanas. Más no entra la luz.

Estoy sobre tu cama. Hay un caos inmenso: ropa, tus dos labiales, mis puchos asquerosos y también estoy yo, desperpleja sobre tus sábanas.

Toda la pieza tiene tu olor a malhumor.

Ese ceño fruncido que tanto reprocho, se tomó el atrevimiento de convencer mis convicciones de intentar alzar vuelo a tu lado.

Tengo las alas cansadas. Te siento lejos.

Todas las hojas son del viento. Y nosotras también. Somos del “veremos”, porque ahi vivimos, habitamos [las dos] las matices de la duda.

¿Nos tememos?

Creo que nunca lo vamos a saber. Será por mi orgullo y por tu afán de guardarte todo, como si tus palabras fuesen a agotarse algún día.

Siento vaciar de contenido mi “te quiero”.

Tengo tu espalda tatuada en la memoria, tu columna vertebral entregada a mis besos.

¿No son mis besos aquello que sacia tu alma?

La pregunta es retórica. Porque ni vos ni yo la vamos a aceptar.

Mañana va a llover, lo dijimos toda la semana. El sol de agosto no va a aparecer en Claypole, el color grisáceo de mis ojos va a llorar en las nubes y va a atestiguar mi despedida.

Quiero decir tanto. Pero no tengo a mano ningún diccionario que me explique el significado de esta puta nostalgia que me consume.

¿Por que te extraño si estas acá conmigo?

Creo que es eso, volaste del nido y yo todavia no me di cuenta. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Lucila.

Digo tu nombre porque me gusta, me hace pensar en una plaza, de noche, algún farol amarillento rompiendo la neblina de la madrugada.

Para eso no me hace falta diccionario, para descifrarte.

Sé que no sos mía, Lu.

Ni mía ni de nadie.

Sos tan propia que me lleno de bronca.

Verte partir se siente una daga en las costillas, pero verte venir es sentir el puñal directo en el pecho.

Te lloro.

Te lloro porque te pertenezco, porque soy de tus manos.

Estoy de barro hecha para tus tres toques en mi sien.

Mujer, si usted me quisiera, yo le daría mi corpuschristi.

Bórrame la memoria, por favor. Eso necesito. Necesito que, entre todo lo que me enseñas, me expliques como volver a cordoba sin dejar el alma en don Orione.

Por favor, bórrame.

Así como pasaste el lápiz y también la tinta, pasa agua y Borrá mis huellas. Elimíname del registro para que no te duela tanto también mi partida.

¿A donde vamos?

Que necedad la nuestra de querer recorrer el mundo, pero caer en la terrible tentación de las caricias tímidas que atestiguan tus almohadas. Si, todas tus almohadas, incluso alguna que guardas en el ropero sin motivo alguno, porque contra esa madera también nos amamos.

¿Cuantas fronteras hacen falta para que deje de buscarte?

Te encuentro hasta en las voces de mi cabeza, que aclaman que te desnude otra vez.

Escribo.

Acabas de venir, entraste a la habitación y yo te estaba pensando. ¿Será que vos también me buscas?

Me gusta soñar con vos.

Ahi si podemos. Ahi si somos nosotras dos.

Va a llover mañana.

Pero ya no vamos a ser las mismas.

Vos con tus 27, pero yo me quedé en el momento que te vi subirte al 45 y no mirar atrás mientras caminaba a las tres de la mañana.

Por favor, Lucila. ¿Algún día será el después?

Después. Ese. Ese que me decís para calmarme. Para taparme la boca y evadir el amor que te profeso, porque vos también me temes.

Soy una pobre piba, de allá de donde no existen las cosas que te gustan. La antología de la ciudad sin mi es mi metáfora preferida, porque si pudiera elegir donde quedarme, seria hostigando el lunar de tu boca a besos torpes.

Agarrarte del pelo, sentir las hebras, como si se me fueran como el río Paraná. Te tengo de noche y a oscuras, en donde nadie puede descubrir que hay entre nosotras dos.

Te amo, Lu.

No son las 7:33 pero me parece decisivo volver a mencionarlo.

Mercedes de Escalada.

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