Tus besos de buenas noches me enseñaron más que nadie sobre el verdadero significado del afecto, me dibujaron desde niña una personalidad emocional sin ni siquiera agarrar un lápiz.
Ahora me doy cuenta de que tú me dibujaste todo el tiempo, pero nunca me mostraste el dibujo. Porque más que nadie, sabías lo limitante iba a ser para mí recibir una hoja así… rayada.
Cuando me empecé a crear tú me entregaste la hoja en blanco. Me dejaste ser. Errar y acertar.
Tengo que confesar que yo, sin que te dieras cuenta, viché tu dibujo todos los días. Lo vi en tu ejemplo.
En el estaba camuflada una especie de guía discreta.
Hoy miro mi hoja y pienso... ¿qué más le puedo pedir yo a la vida que la delicadeza de un corazón sensible?
Gracias por tanto amor.
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Lucía
Me animé a publicar cuando leí que escribir, publicar y que te lean es la combinación salvadora. Uruguaya.
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