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    CAP. III ARGOS

    Kharthiam

    Jul 13, 2024

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    CAP. III ARGOS
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    Un reino que al ser visto te sorprenderá al ver dos grandes figuras de piedra blanca que son el reflejo de la Gran Reina de Plata siendo la entrada a su gran morada, dándote la bienvenida sus dos majestuosas esculturas armadas con arco y flecha apuntando hacia el panorama y a sus pies en una de ellas un ciervo la acompaña con la mirada direccionada al recorrido del arma y en la otra imagen cinco perros de caza listos para la matanza, obras de arte esculpidas en piedras con magnificencia que al pasar por ellas ingresas a su bosque exorbitante, un bosque muy silencioso pero no te engañes porque ahí dentro se encuentran cien ojos acechantes, guardianes informantes de cuatro patas muy sigilosos, firmes y poderosos, armados con fuertes colmillos que desgarran las carnes y trituran los huesos.

    Al cruzar el bosque vigilante tus ojos se deslumbraran al ver el Gran Castillo Blanco flameante, un castillo tan grande como su belleza digno de una gran reina y en sus faldas su pueblo crece con grandeza como medallas blancas adornando sus tierras, un pueblo que ama a su soberana protegiéndola con escudos y flechas, un reino pacifista pero si haces algo mal contra la Reina se vuelven furiosos como una gran tormenta, una reina atesorada por ellos por su belleza, de piel blanca, de rostro perfilado delicado y de ojos de color azul claro.

    Un reino rodeado de grandes fuertes montañas como fortaleza que blindan acobijando a todo el pueblo y lo que hay dentro de ello, seguido de un bosque extenso rodeando todo como un anillo y dentro del castillo seis son las doncellas que atienden a la gran reina.

    Argos un tesoro escondido entre grandes piedras siendo este la capital de los diez reinos que conforman el Cáliz Real, diez  reinos unidos en un tratado de paz bajo una sola corona, la reina de reinas la Gran Reina de Plata de Argos es la Gran Monarca de la nación de Kharthian.

    El príncipe contemplaba deseando estar fuera caminando entre el pueblo pero no podía, su madre la Gran Reina le había prohibido salir del castillo hasta que ella se lo permitiera.

    Se levantó de su pesar saliendo de su habitación real que se había convertido en su jaula de cristal y en los pasillos del gran castillo blanco se escuchaban pasos acercándose, eran tres doncellas de vestidos blancos al servicio de la Gran Reina y entre ellas la hermosa Ariel la más bella entre las seis doncellas, vestida de blanco con cristales diamantes acompañada de Calisto y Dión siendo las menores.

    Frente al Príncipe lo saludaron extendiendo sus vestidos largos con sus miradas gachas y sus reverencias altas, Ariel extendió su brazo entregando un rollo de papel pardo y en el encuentro un soldado llegó inesperado.

    _ “Su Alteza Real la Doncella Animedes lo necesita ver en la sala cristalizada” – dijo inclinándose ante el Príncipe y las doncellas.

    Al escuchar esto las doncellas se miraron sin saber que estaba pasando y el soldado se despidió con reverencia dejando en el ambiente preguntas sin respuestas.

    El Príncipe abrió el rollo con letras doradas que parecían danzar con la luz de la mañana, era una invitación a una cena real con el sello del Rey Nassar de su anillo imperial, pensaba rechazar la invitación porque no tenía el permiso de salida pero no podía ya que él era el invitado de honor a pleitesía.

    _ “ese permiso si está concedido” – dijo Ariel.

    El tiempo no supo esperar y el Príncipe ya se encontraba en la sala cristalizada sin entender lo que estaba por suceder, el silencio de la sala salió por la ventana con la llegada de dos doncellas menores apuradas, eran Lía y Titania.

    Lía y Titania son dos doncellas menores y como todas son hermosas, pero Lía es diferente, de cabellos rizados dorados y ojos acaramelados y Titania de cabello castaño de ojos almendrados. Llegaron frente al Príncipe inclinándose con el mensaje de la doncella Animedes que lo estaba esperando, salieron de la sala cristalizada con el Príncipe caminando a sus espaldas directo a la habitación de la torre alta, un camino que él no se esperaba. Ya dentro de la habitación se encontraba Animedes parada imponente como una muralla y frente a ella dos escalones circulares de piedra y en lo alto una ventana circular de cristal pintada con ángeles tocando el arpa de túnicas blancas donde los rayos del sol caen castigando las piedras sin compasión. Camino hasta estar frente de Animedes quien es la más grande entre las seis doncellas, miro sus ojos azulados y entendió el mensaje que estos destellaron. Subió los escalones de piedra dejando su traje en manos de una de las doncellas, tomando la posición de penitencia con los rayos del sol cayendo sobre su espalda desabrigada, el sol ya formaba parte del castigo que estaba por comenzar de la mano de Animedes lista para el flagelo de la sangre real.

    Los rayos del sol brillante chamuscante fatigaban el cuerpo real haciendo el castigo sea más mortal, el Príncipe enmudecido no soltaba ni un grito de auxilio, sus manos temblaban a tal dolor carnal que su rostro no se levantaba del piso a mirar, sabía que el castigo era justo y benigno por tanto súbdito caído por su egoísmo.

    _ “Tú madre nuestra Gran Reina te ha perdonado, pero nosotras las doncellas no pasaremos en alto tu gran pecado que arrastró a los tuyos al erebo, dando sus vidas en la batalla de la colisión dorada. Tu desobediencia acarreo problemas quitando el brillo de la vida a muchos, una batalla que se pudo evitar pero tu terquedad de acercarte mucho a la humanidad olvidaste tu papel primordial, dejando tu reino y a los tuyos en un estado invernal, dejando su hogar para venir a refugiarse en los brazos de nuestra Gran Reina Imperial” – le decía Animedes castigándolo con firmeza y dureza.

    Las palabras se encerraban haciendo eco en la cabeza del joven emperador, su piel blanca escarchada ya rasgada comenzó a brotar sangre mezclándose con su sudor de agua salada.

    Lía y Titania no podían hacer nada, de pronto lágrimas mojaban la piedra circular sin cesar, no era por el dolor del castigo si no por la pérdida de sus súbditos caídos y fuera de la habitación se escuchaban gritos de compasión, era Ariel con las demás doncellas que ingresaron parando la mano del flagelo en lo alto.

    _ “por favor doncellas no interfieran estoy cumpliendo mi penitencia” – dijo el Príncipe rogando sin mirar atrás.

    Y frente a los ojos de las doncellas el suplicio había cesado dejando el cuerpo del Príncipe tirado y lastimado, corriendo ellas a levantarlo dándole fuerzas y descanso; Ariel quien tomo su cabeza recostándolo en sus faldas miró con fiereza a Animedes que al verlas salió de la habitación sin ningún gesto de compasión.

    Kharthiam

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