Caníbal de amor

Un beso es el comienzo del canibalismo.

Te apartás y me dejás con un hambre insaciable. Mis labios apetitosos tienen capricho de vos.

Te quieren solo a vos, devorando cada parte de tus labios, hasta conocer su sabor de memoria.

Quiero lamer cada parte de tu cuerpo hasta que en mi lengua no exista posibilidad para ningún otro sabor. Así, con cada bocado que mastique, mi paladar te extrañará, se antojará de tus labios hasta morderlos ferozmente.

Te quiero para siempre;

que mejor manera de tenerte,

que probándote.

Te quiero solo para mí.

Este hambre enfermizo me hace obsesiva, persistente. Mis colmillos se afilan solos en la dulce espera de tu carne tierna.

Quiero,

necesito,

y voy a comerte.

Voy a disfrutarte como mi plato favorito.

Quiero glorificar tu cadáver, hacer de él mi mayor obra maestra.

Quiero manchar mi camisa con tu sangre, evidenciando el salvajismo de nuestro amor. Quiero convertir tu respiración en la más dulce escencia, convertir tus latidos en mi melodía favorita y petrificar tus ojos como las gemas más brillantes del universo.

Mis manos extrañan tus músculos contraídos debajo de ellas, quiero sentir tu tensión tan cerca, que mi propia piel se erice y por un momento, sienta tus mordidas mezclándose con las mías, tus suspiros llegando a mis oídos y tus delicados dedos jalándome el pelo.

Mi estómago se estremece por saborear tu carne y sentir el crujir de tus huesos contra los míos.

Quiero retener en mis entrañas tus más retorcidos recuerdos. Tener tatuado tu nombre en mis pulmones, para que me cueste respirar si de tu nombre se trata.

En mis muslos, apreciando tus fuertes marcas y en mi cerebro tu frase favorita, recitándola como si fuera la seguidora más fiel de tu rebaño.

Quiero ser tu deseo más primitivo,

el único que no esté enterrado

ni en tu mente ni en tu corazón,

si no en tu estómago.

Convirtiéndome en tu hambre más ferviente y así, estar siempre presente.