With music strong I come, with my cornets and my drums,
I play not marches for accepted victors only, I play marches for conquer'd and slain persons.
Have you heard that it was good to gain the day?
I also say it is good to fall, battles are lost in the same spirit in which they are won.
I beat and pound for the dead,
I blow through my embouchures my loudest and gayest for them.
— “Song of Myself” de Walt Whitman, recitado por Lana Del Rey en el cortometraje “Tropico” (2013), dir. Anthony Mandler.
No hay ninguna conexión intergaláctica y tampoco ninguna cuestión esotérica detrás de aquello inenarrable y crudo que se asienta siempre en el fondo de las entrañas, y si así fuera, tampoco sería culpa del ectoplasma sentirlo y mucho menos el papel de los arcángeles consolarlo. Aunque Lana Del Rey narrase realmente para mí y los caídos o los que están a nada de desbarrancar, sería yo tan sólo un candado más, otra ciénaga más, una estela más, ni siquiera un relámpago sino tan sólo uno de los tantos truenos que se oyen en las tormentas veraniegas, un trueno que no vaticina nada ahí cuando se corta la luz durante días enteros, habitando entre los mosquitos que se pegan al cuerpo y las polillas que aguardan a que la electricidad vuelva para poder cabecear la muerte, sus exoesqueletos terminando en el piso sucio, de donde luego las hormigas rojas los recogerán.
Hablar de Lana Del Rey es hablar de los primeros cigarrillos, de tatuajes en tinta china, de leer a Nabokov y a Burroughs o a Christiane F., de ser atravesada para siempre en el estupor de una candidez sujeta al humor del momento y de una niñez que, anunciado por la voz de la ex Elizabeth Woolridge Grant (incluso su padre se refiere a ella como Lana), se terminaba de fragmentar abriendo paso a la adolescencia, averno insondable con un tragaluz cuya ínfima luz tenía timbre mezzosoprano.
Mi niñez fue un trayecto complicado y pienso en la misma Lana que, cuando apareció partiendo a la cultura pop en dos, dijo en una entrevista con People: "Creciendo, nunca conecté con nada". La adolescencia no fue mucho mejor y desde los trece años oigo el God’s dead, I say baby that’s alright with me de la neoyorquina en mis auriculares como si mi vida dependiera de ello, como si eso fuese una alabanza a Dios en sí misma, acaso las cosas no hubiesen mejorado para mí y, cómo no, también para ella. Lana le cantaba a la miseria y a la candidez irrecuperable, a esa candidez fragmentada, como si acaso estuviera atada por una penuria inabarcable, pero también como si ella fuera la principal postora en la ruleta rusa, la corredora de carreras a toda velocidad en el circuito de Mónaco o en un Grand Prix directo al infierno, entonando mientras tanto He doesn't mind I have a Las Vegas past / he doesn't mind I have a L.A. crass way about me / he loves me with every beat / of his cocaine heart.
Mencionando la cárcel de máxima seguridad de la isla Rikers, casinos, hablando de perder la consciencia de tanto beber, de amar a un hombre con cadenas de oro colgándole en el cuello, los sedimentos de Born to Die a lo largo de los años se asentaron. En esta década Lana Del Rey se transformó y llena estadios en el país que ama y que la ridiculizó durante tanto tiempo y desde que la vieron, tan hermosa y triste, a veces delante de una bandera estadounidense, a veces andando con motoqueros y subiéndose a autos en calles angelinas, a veces saliendo con Marilyn Manson o Axl Rose, a veces de la mano del fotógrafo hijo de Franca Sozzani, editora de Vogue Italia hasta su muerte, o con Barrie James O'Neill, con quien cantaba canciones de Nancy Sinatra y Lee Hazelwood, o participando en un oscuro cortometraje de Eli Roth, llevando ella una remera de The Texas Chainsaw Massacre con lágrimas en los ojos, o incluso yendo a almorzar con Harvey Weinstein, productor de The Great Gatsby y Big Eyes, dos películas para las que Lana Del Rey escribió e interpretó canciones, incluso mencionándolo a él en una de estas, la icónica Cola que fue sacada de su setlist en cuanto las acusaciones al productor salieron a la luz.
Lana Del Rey ha sabido vivir miseria y cantar miseria. Ni hablar cuando un hacker entró a su computadora en 2013, liberando cientos y cientos de imágenes y canciones de su disco duro, del momento en que no era Lana Del Rey sino Lizzy Grant, que tampoco se concebía como Elizabeth Woolridge Grant y ya tampoco tampoco con Sparkle Jump Rope Queen ni Daytona Meth. Se la acusó de ser una mentira, un industry plant, una mujer que no conocía de los trailer parks ni del sufrimiento ni de las drogas ni del alcohol, ni siquiera importando lo que ella misma dijera. Las drogas, la muerte prematura, los hombres crueles y adictos, vivir en trailer parks, Malibú, querer escapar a tu mundo trágico y no saber cómo es la historia de Lana Del Rey y es su vida, declaraba: "escribo sobre lo que conozco". No es mentira, desde Sirens, ese álbum jamás lanzado pero sí filtrado, cantaba en Try Tonight: He will try tonight / to not get high / but he will / he will / yes, he will y en 2010, en Lizzy Grant A.K.A. Lana Del Rey cantaba Yayo, yes you, yayo a Bob Dubuss, un amigo y amante que falleció por sobredosis de heroína en Año Nuevo de 2012, hecho mencionado también en Heroin de Lust for Life y en un concierto en Rusia durante la gira del Endless Summer Tour. También cantaba ya acerca de Scarface, de gángsters, de conseguir billetes, de estar en Los Angeles incluso antes de estar en Los Angeles, de ser una suicide blonde y de creer en que Hollywood salvaría su pena. No sé si es el caso, quizá Hollywood es lo que la arrastró a volver a Alcohólicos Anónimos en 2013 o a comenzar a ir a la controversial Iglesia Hillsong en 2019.
A mí me da igual si Lana Del Rey fue real o si ese hacker signó y expuso una existencia alternativa. Creo que desde que lanzó Norman Fucking Rockwell! (2019) a nadie le importa esto, tampoco, consiguiendo dos nominaciones al Grammy desde entonces. Es increíble ver a las mujeres extrañas ser lanzadas al estrellato, es igual de extraño pero tambíen glorioso el verlas domarlo, tomarlo realmente, hacer ese estrellato suyo en su totalidad. Es extraño cuando una es un trueno que no vaticina nada pero que tanto quisiera ser algo más y es nostálgico que la música con la que me equivoqué tanto esté ahí en lo más alto. Yo encarné el titular de I wish I was dead already de Lana Del Rey para The Guardian en 2014 y descansé ahí por años y sigo enraizada debajo de la tierra, incluso si creo a veces que no he vivido nada, ni siquiera las experiencias hospitalarias, como si le hubieran tocado a alguien más. Siento que la vida es un coro sentenciando I'm a sad girl / I'm a sad girl / I'm a sad girl o un murmullo que me comenta que el misterio de la vida es la esencia de la muerte. Siento que vivo en ese terrorífico estado de somnoliencia de Diazepam y siento que no aprendí nada de Lana Del Rey ni de sus declaraciones de los últimos años corrigiéndose, pero también espero que ella no quiera que los caídos y los que estamos por desbarrancar queramos que nos enseñe nada. Tan sólo queremos escucharla, ni siquiera admirarla.
Como mi pensamiento siempre es delirante y como no hallo maneras de acabar con la zozobra, escucho a Lana Del Rey y recuerdo cómo lloré cuando no la pude ver en Tecnopolis en su primer llegada a Argentina y a veces quiero llorar de emoción y de culpa. Siento culpa por haberla hecho narradora de mi adolescencia y de mi niñez fragmentada y por autoproclamarme una desbarrancada y una caída, una comatosa, y también siento culpa por fumar por primera vez, hábito que no puedo soltar, por verla tan hermosa a ella fumando. Lana Del Rey me fue realmente presentada por una chica dos años más grande durante el primer año de secundaria; la chica que me la mostró siempre traía al colegio una campera con la cara de Kurt Cobain estampada en la espalda, fanática también como Lana que cantaba Heart Shaped Box en su primer tour europeo. Por eso empezamos a hablar con esa chica, aunque brevemente, porque ella después dejó el colegio, y considero importante decirlo porque creo que Lana Del Rey atraía a chicas como ella y también a chicas como yo: esas a las que había que esconderle los objetos cortopunzantes, las que dibujaban mujeres en poses de exorcismo en los cuadernos durante las clases, las que se escondían a fumar cigarrillos al salir del colegio. Espero que a estas chicas y a las camadas de nuevas fanáticas la música de Lana las abrace y no las acongoje, porque a mí todavía me acongoja y todavía me siento rota y contrario a Lana Del Rey, yo no sé qué nombre tomar ni cómo transformarme.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión