El acto de dejar algo, mudarse, cambiar de posición, de lugar, de vida -entre otras múltiples maneras en las que podría describir un duelo- me recuerda a Calamaro cantando “porque me voy y no se puede cambiar de corazón como de camisa sin perder la sonrisa”.
A diferencia de otros momentos en los que se me fue arrebatado algo o alguien sin previo aviso, en esta ocasión se trata de una despedida privilegiada, porque la decisión fue mía. Sin embargo, mientras apilo mis libros favoritos y desarmo muebles en cuyo interior se encontraban presas las confesiones más íntimas que me atreví a escribir, empiezo a desconfiar de mi alegría por lo nuevo.
Guardo en cajas objetos que habitaron tanto como yo un espacio que ya no nos pertenece. La nostalgia, ahora protagonista, procede a inundar todo aquello que tan ilusoriamente creí era mío y que hoy me resulta tan ajeno que podría confundírmelo con cualquier otra cosa que se le parezca.
Lo coleccionado en cada recoveco de estos pocos metros cuadrados fue una tarea que me proporcionó cierta cantidad de estabilidad, propia de un hogar en construcción cuya consagración lo transformó en mucho más que paredes y ventanas.
Paredes que adorné para convencerme de que me pertenecían, como si de una extensión de mi cuerpo se tratara. Ventanas por donde se escabullía aquel tibio sol en las mañanas e impactaba en mis ojos mientras confirmaba con pereza que ya no estaba soñando.
Porque me voy y cada que lo recuerdo mi sonrisa tiembla y respirar profundo no es tarea sencilla. Porque esto que lo creí tan mío ya no me pertenece. Siempre fue así, yo le pertenecí a las circunstancias y ahora, al decidir cambiarlas, una parte de mi corazón se queda con ellas. La otra sigue estando presente en todos los que amo, mientras que mi cuerpo se muda y mi posición ante la vida es distinta a la que fue por tantos años.
Porque me voy y cambio de camisa, mientras pierdo la sonrisa, con la esperanza de hacer propio un nuevo lugar y habitarlo con la templanza suficiente hasta volver a sentir la intimidad de un cálido sol despertándome y la convicción de que las paredes pueden volver a ser adornadas.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión