Cama

Mi cuarto en colores pasteles era mi lugar seguro, muy seguro, no tendría porque no serlo, calentito y pequeño, pero con la cantidad justa de muebles y una tele panzona que nunca se apagaba aún en la oscuridad eran suficiente, pero mi cama, lo que había debajo de ella, el villano de mi historia, esa cama hueca por debajo, perfecto para el escondite del monstruo, que con fanatismo o desagrado, (no sabría decirlo bien), embestía cualquier par de pies que se asomara por enfrente, cuando subí a mi cama no paso nada, pero al bajar era el problema, ¿como haria para bajar sin asomar las piernas?, no sabía volar, y creía que esos dos puntos brillante, garras y colmillos afilados, y con gran panza como la del tele me esperaban. Entonces podía recurrir a dos opciones, la primera era pararme sobre mi cama, contar 1 2 y 3, y pegar aquel salto que me permitiera llegar de la cama a la puerta, y la segunda, la que tomé, fue esperar sentada de indio y llamar a mi mama para que sacara al gato gordo y naranja de debajo de la cama.