Por momentos la vida es tranquila. Por momentos la vida no da miedo, no asusta, no daña, no quema. Es fácil olvidar que lloramos.
Estoy en mi habitación, tengo música que me acompaña, pero no me invade. El cuerpo parece funcionar diferente. Sí, diferente. ¿No lo sientes? Pesas menos. Notas demasiado tu pecho. Ves como sube y baja. Parece que el compás de la música coincide con tu pulso. Quieres cerrar los ojos, pero no lo haces. No lo hagas.
Te gusta el momento aunque sea extraño; no estás acostumbrado. Nunca lo estamos. La canción está apunto de terminar y sientes como intenta alargar cada nota, como la tranquilidad intenta perdurar en el caos. La música para. Tres segundos. Escuchas algo, no distingues el que. ¿El silencio tiene ruido? Tal vez. Sabes de qué sonido hablo. Está a punto de acabarse. En un momento dejarás de sentir tus manos frías y entenderás que el corazón no está en tu pecho, se está cayendo. Se desploma. Y duele. Y no para. Duele demasiado. Quieres volver a sentir tu pulso, no tu corazón. No entiendes lo que pasa.
La música ha vuelto a funcionar, pero ya no acompaña. Ya no es guía, ahora es látigo. La música va más rápido. En tu habitación no hay movimientos pero ahora sientes que todo gira contigo. Tus párpados se abren. Miras alrededor, asustado. Esa habitación no es tuya, ¿lo fue alguna vez? Otra canción. ¿Por qué va todo tan rápido? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estás? El corazón ya no se cae. Respiras. El mundo ya no va rápido pero tampoco lento. Hay calma, pero vacía. Sabes que la vida duele. Sabes que tal vez mañana llorarás. Lo hemos vuelto a destrozar. Se ha roto el momento. Siempre se rompe.
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión