Sentada como indio
en mi cama de plaza y media,
escucho mis melodías,
aquellas que me fascinan.
Mi gata se acuesta
al lado opuesto de la cama.
Desde allí me observa atenta
y su mirada me trae calma.
Amanece a través de la ventana
con nubes rosas, rojas y anaranjadas.
Mientras las veo y contemplo,
vivo un momento de calma por la mañana.
Café bien batido,
acogedor y calentito.
Su olor es agradable
y la calma de nuevo aparece.
Las risas de mis personas favoritas,
hacer recuerdos durante una visita.
Y al volver a casa no me siento triste
ya que la calma de aquel momento traje
y mi rostro se mantiene alegre.
El atardecer cae en el cielo
señalando el fin de un día bueno.
Y aunque el día haya sido malo,
contempla el cielo y siente su calma
abrazándote con fuerzas
para la siguiente mañana.
La lluvia también tranquiliza,
no importa si de gris está pintada.
Es tu momento de reposar
porque las gotas de lluvia te calmarán.
Cualquier instante sirve
sin importar si es pequeño o grande.
Cuando sientes felicidad y paz
es una señal que tu alma
encontró su calma.
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