Zapatillas sucias, hojas doradas mojadas y marchitas
charcos cubriendo el pavimento y la luz de la Luna iluminando todo tu ser como un monumento.
Esa fue la primera vez que te vi, pero mi voz no salió de mí para llamar tu atención
tal vez por mi timidez, o porqué me inquietaba esa poderosa atracción
como la de un imán hacia un metal.
Estábamos frente al otro, todavía recuerdo el sonido del golpe de las gotas de lluvia chocar contra el suelo
recuerdo haber analizado cada detalle de tu rostro.
Un escalofrío inundó mi cuerpo, lo que te dio el pretexto perfecto para ofrecerme tu abrigo.
Y desde ese día siento tu calor
en el invierno, el paisaje más eterno, en la primavera cuando el amor siempre espera,
en el verano, cuando el Sol brilla y todo es más cercano.
Hoy el otoño empieza otra vez, y todavía puedo sentir tu calidez.
Wad
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