mobile isologo
buscar...

Caí.

John

Sep 29, 2025

125
Caí.
Empieza a escribir gratis en quaderno

Cuando el temor se apodera del cuerpo, nos topamos, débiles, con el reflejo de nuestros errores. Es como una sombra tímida, lejana; pero que, cuando se rodea de oscuridad, se enaltece en su trono dando con el bastón en su suelo de mármol. 

Es un rey tenaz, despiadado y apático. Ni siente, ni padece. Gobierna con puño de hierro, encarcelando a la mente en sus momentos más bajos. Si eso sucede, pues todos llegamos a ese punto alguna vez en la vida, será dicho pensante un esclavo más para la colección de este rufián.

Una vez silenciado, el cuerpo nuestro sufrirá de mortalidad. Una enfermedad capaz de destruir al más fuerte de los humanos, y al más débil de los animales. Caminará controlado por el agobio y la ansiedad, temblando como si de una fiebre se tratase. Y es eso: una fiebre más. Una que irá creciendo cada vez más, y más, y más… así hasta alcanzar al pecho, ya que uno de sus objetivos como tirano es dañar al corazón.

Y logrará tomar a ambos bajo su mano; este no se rendirá hasta dominarnos en su totalidad, pues el miedo, dichoso miedo, es tan ambicioso como una semilla plantada bajo el pavimento que quiere nutrirse del bendito sol. 

Pero entonces, ¿qué remedio hemos de usar para curar esta dolencia? ¿Hay algo capaz de suprimir esta maldita pesadilla? He de admitir que sí, claro que lo hay. No es uno que se pueda tomar y hacerlo desaparecer pues, aunque existen medicamentos capaces de adormilar la razón, existen otros métodos poco convencionales —que cada vez son más habituales— para calmar al terror sin necesidad de medicarse. 

No demonizo el uso de medicamentos, claro está. Si se necesita, no soy nadie para estar en contra; por otro lado, a mí, en mi vivencia personal, pude acallar al miedo plantando un primer ladrillo que formaría mi casa del árbol: la respiración. Aprendí —en cierta medida, claro está— que una respiración calmada es una de las formas más notables de alcanzar la tranquilidad. Detenerse, mirar alrededor y concentrarse en el aire que expulsa los pulmones es, en definitiva, un arma de apariencia pacífica. 

Caí en el juego del miedo, pero pude tomar aire para poder afrontarlo. Me sumergí en sus profundidades y buceé hasta que mis extremidades se acostumbraron a su pesadez. 

Luchar contra lo que se teme es complicado,

confiar en el corazón aún más;

pero, recuerda:

aunque tu mente sea capaz de mentirte y hacerte rendir,

el rojo de tu pecho seguirá bombeando

sin falsas amenazas 

a tu lado. 


John

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión