Cafe

Hoy me hice un café, pero ésta vez no lo hice en nuestra mesita de cocina, junto a todos los ingredientes y cuchillos que usas para cocinar, ni tampoco usé un café de grano como el que era (o es) nuestro favorito, mucho menos un molino para éste, fue un café instantaneo, triste, sin sabor o cuerpo, supongo sirvió para quitarme esa necesidad, esa familiaridad que ya no tenía desde hace varios meses.

Tampoco me lo serví en mi taza favorita, la cuál ya no existe por que se rompió en pedazos por un accidente tuyo, ni mucho menos en la otra taza que me regalaste, la que tiene un dibujo de un perrito y un gatito acercándose un abrazo, y decías que eramos nosotros, tuve que servirmela en uno de los termos que me regalaste, que agradezco mucho, pero no tengo esa nostalgia con él, al menos no tan fuerte, por que a pesar de que fue un regalo muy bonito que me diste, nunca llegué a necesitarlo, y no por que no quisiera, sino que simplemente todos mis cafés los tomaba en casa, contigo o esperando por ti, pero jamás en tu ausencia.

Incluso cuando tomabamos café fuera ibamos a nuestra cafetería favorita, que también ya voy a relacionar contigo siempre y con la ciudad donde vivímos muchos años, ya no me atrevería a ir de nuevo sin ti, ni mucho menos pedir nuestros favoritos si no te puedo pedir uno a ti también. Éste fue un café solo, triste, que a pesar de estar caliente no pudo quitar el frío que siento en estos días sin tí, ni me recomforta en las mañanas, como antes lo hacía mientras esperaba en nuestro hogar a que fuera la hora de ir por tí al trabajo.

Quizá ya no me gustará el café, al menos éste no me gustó, por primera vez en mucho tiempo lo sentí amargo y quemándome, ya no es un café que pueda oler e inmediatamente sentir que estoy en casa.