—1
Nunca me creí capaz de aparecer a semejante reunión… Nunca la pensé, en realidad. Me parecía una estupidez, quizá, algo imposible de suceder porque no tenía motivo de porque existir o suceder. Pero heme aquí, arrojado cual ropa vieja encima de una silla vieja de madera la cual cruje debajo de mi peso, que no es mucho, pero hoy parece mayor, símil al de trapo empapado con agua, y con una mirada perdida. Ausente en mi propio cuerpo, fuera de mi piel, atrapado en mi mente, detrás de mis ojos y dentro de mi cráneo embotado mientras reflexiono en absoluto silencio acerca de los últimos acontecimientos… Sus palabras siguen resonando cual eco por todas y cada una de las cavidades, rebotando y rebotando, pero siempre encontrando el camino devuelta hacia mí.
Rememorando, puedo reconstruir la escena.
Un café, no importa donde ni de qué lugar, solo el hecho de que es demasiado pequeño para las cosas grandes y demasiado grande para las cosas pequeñas que se discutieron— no, dijeron en aquella mesa por la esquina, cerca del ventanal largo de vidrios semitransparentes. Tomé mi taza de cortado, revolviéndome en la amargura del líquido como para mantenerme enfocado, lucido al tiempo que luchaba contra la ansiedad, el nerviosismo que carcomía mis adentros mientras esperaba. Tic, tac, el viejo reloj de pared me chantaba un ritmo que me hacía sentir como preso esperando su ejecución. Algo dentro mío lo sabía… Hoy no salía vivo de este lugar.
Fue en ese momento que la vi, entrando con todo su porte… Calmo, pero a la vez lleno de confianza, como si estuviese escrito en piedra que ella sería la dueña de todo en lo que posara su mirada, o su atención. No por poder, sino por derecho divino, si se quiere. Era el orden natural de las cosas; para alguien como ella, el ganar, para alguien como yo, el perder. Mi corazón dio un vuelco, los grilletes alrededor de mis extremidades se sacudieron, pasando la energía cinética por toda la longitud de las cadenas que rodeaban mi figura, traqueteando en el silencio del quieto café. Primer desacierto mío, me hice oír… Presa fácil, diría el abuelo. De todas formas no cambió nada, lógico, puesto que yo fui el primero en sugerir este lugar antes, cuando este encuentro todavía no era una realidad; cuando el veredicto estaba aún por grabarse en piedra. Sentándose frente mío (antes de que yo siquiera pueda hacerme a la idea de que ella verdaderamente tenía la intención de compartir, otra vez, un espacio o una conversación conmigo) me miró, ojos que solo puedo definir como el punto justo en el que una galaxia muere y la otra nace, perfecta mezcla entre piedad, suficiente como para darle el gusto a un próximo a morir como yo, y brutalidad, decisión tan férrea como el acero que, por definición, no deja lugar para la duda, para la contra.
Luego, llegó la palabra. Y se hizo la luz…
—2
Comenzando con una nota alta que luego fue muriendo, supongo que con la intención de hacer pasar esto como algo menos que un trago imposiblemente amargo, se dirigió hacia mí:
— Hola… ¿Cómo estás? —algo tan cotidiano, pero a la vez impersonal como eso solo me hizo sentir como una espada oxidada alojándose entre mis costillas-.
Olvidándome de siquiera como hablar, encontré mi voz con retraso; en tono manso.
— Hola… ¿Todo bien, y vos? -mentí por el bien de no volver a ver siquiera un rastro de preocupación dirigida hacía a mí en sus ojos-.
Un rastro de algo que aun hasta el día de hoy no puedo ubicar cruzó por sus ojos al tiempo que debatía internamente, dando un levemente pesado respiro antes de continuar.
— Seguís trabajando en… ¿Con tu primo? -comprensible duda en su tono, nunca fui conocido por conservar los trabajos-.
— Sí, por supuesto… Todavía hago ese tipo de encargos, y está bien. Me da lo suficiente como para comer junto con el trabajo de profesor, y eso… Incluso tengo tiempo como para escribir, de vez en cuando… -compartí, quizá de más, pero envalentonado al tiempo que noté la sorpresa que generó mi respuesta positiva a esa pregunta; ver una emoción positiva en su rostro, una ocasionada por mí, generó otra respuesta exagerada de mi parte-.
— A-Ah… Que bien… -aún tensa, había tanto por decir que casi podía sentirlo físicamente pesando sobre nuestros hombros. Pero ella fue más fuerte que yo, siempre lo había sido- Necesito hablarte de algo…
Mis dedos alrededor de la taza se apretaron, algo dentro de mi sabia que odiaría toda la vida el escuchar lo que estaba por salir de su boca, por lo que decidí cambiar de tema. Lo mejor que pude, haciendo uso de mi habilidad innata para alentar lo inevitable con la intención de que ella hiciese uso de su piedad y me brinde, aunque sea por unos minutos más, de su grata presencia. Que me dé espacio para soñar, para albergar la esperanza del quizá… Con un gesto de galantería fuera de lugar, le hice una seña al mozo para que se acercase con un menú para la señorita frente a mí; urdiendo un plan no-secreto de atraparla bajo el pretexto de estar teniendo un almuerzo conjunto. Transformándola de emisora, poseedora de noticias a algo más cercano a mí, en compañera de almuerzo.
El esfuerzo no fue en vano, puesto que su mirada, perpetuamente rebosante de ternura, se suavizó lo suficiente como para dar lugar a mi pantomima. Tomando el menú en sus manos como si quemase, recorrió con obligada atención su contenido antes de decantarse por algo que yo conocía muy bien; un té de manzanilla junto con unos dulces de panadería ligeros para luego levantar su rostro y analizarme… Sabía que estaba pensando algo entre las líneas de ‘Pobre cordero’ y ‘Rata sinvergüenza’ pero no me importaba; necesitaba esto. Ahora transitando la conversación a algo dolorosamente ambiguo, nos distrajimos el uno al otro mediante averiguaciones vagas que no importaban, ni cambiaban nada, acerca de lo que estaba haciendo el otro actualmente mientras yo me perdía en un viaje de nostalgia…
Parecerá a estúpido para muchos, pero es cierto que cuando uno conoce exactamente lo que significa sentirse completo, feliz, realizado en todo sentido de la palabra; no hay vuelta atrás. Todo acerca de la conversación que estábamos teniendo me remontaba hacia el pasado… Los recuerdos se sentían tan claros, recubiertos por la laca que solo las memorias de lo que ya no es pueden tener: La escena del casamiento, iglesia pentecostal porque a ella le gustaba el estilo gótico que tenía, el Padre que parecía cansado pero genuinamente feliz por nosotros… O eso vi yo en ese momento. La mudanza, generando caos del orden que significaba organizar nuestras vidas en torno al otro, pero que resultaba tan excitante que nos ponía los pelos de punta de solo pensarlo, de solo vivirlo; nunca nadie me había dicho que la perdida de la libertad que supuestamente otorgaba el estado civil soltero sería tan… Haría tanto sentido.
En contraposición con lo que le sigue: No se podría definir ni siquiera como pelea, puesto que nunca me defendí, en cambio, hice todo lo que estaba en mi poder por tenerla cerca, por convencerla de que podríamos resolverlo, de una forma o de otra. Pero fue en vano. Su cabeza estaba absolutamente decidida de que lo que necesitaba para poder crecer como persona era, justamente, esta libertad que yo había entregado voluntariamente, con gusto ofreciendo la llave de mis cadenas, pero que ella obstinadamente y en contra de mi mejor juicio me devolvía… La llave dolorosamente teñida de su cariño, impregnada con su olor, llena de identidad que ya no se reconocía como mía carcelera. Desde ese momento, he arrastrado cadenas invisibles detrás que, aunque son mías para deshacer, no puedo reunir la fuerza necesaria para liberarme de ellas… Y de repente un audible clink de su cucharilla de plata chocando contra el borde de la taza me despierta de mi ensoñación.
Oh no, la piedad se ha acabado.
-3
Unos pocos segundos de inicio, me dejó prepararme antes de disparar. Directo entre mis costillas verdaderas número 5 y 6. Aclarándose la garganta inaudiblemente, confesó:
— Me voy de viaje… Quiero decir que me voy. -gesticulando ligeramente con las manos como para hacerlo más claro, notando agudamente la expresión de confusión lentamente transicionando a devastación puesta sobre mi rostro-. Me voy del país… A Italia. Mi tío dijo que tenía un trabajo allá, y siempre quise visitar Europa… -haciendo mención de un sueño conjunto que solo uno de nosotros estaba destinado ahora a cumplir-. Solo quería venir a avisarte, creí que sería lo mejor… Para que no me busques, y eso. -murientes palabras se agitaron en su garganta, la poco visible nuez de Adán se sacudió de arriba a abajo por unos momentos antes de calmarse-.
Por mi parte, mis adentros eran todo lo contrario a tranquilos. Sus palabras tuvieron el mismo efecto que una piedra siendo lanzada a una masa de agua quieta. Un sudor frío comenzó a brotar por todo mi cuerpo, cada folículo del cual yo supiese de su existencia mediante la sensación se erguió, rígido, y la amargura del café recién tomado se mezcló con una acidez propia de los jugos gástricos al tiempo que llegaba a la conclusión de que estaba a punto de vomitar; haciendo un esfuerzo ímprobo por empujar aquella mezcla pútrida de líquidos bajo mi garganta otra vez. Antes de denegarlo y volverlo hecho, quise atreverme a dudar. A albergar dentro mío la semilla de la esperanza, a sabiendas de que me preparaba para el fracaso.
— E-En serio… ? Me estás jodiendo, ¿no? -dije en un tono de voz perturbado, símil al de un rampante río que corre con desenfreno-. P-Por favor… Decime que no. O que, por lo menos, todavía no sacaste los pasajes… -Me abalancé sobre la mesa con desespero, tomando sus manos entre las mías mientras las apretaba fuertemente, gesticulando mi ruego-.
No hizo ningún intento por sacarme de encima, solo extrajo sus manos de debajo de las mías para ponerlas encima. Toque tan delicado y sincero que no pude evitar estremecerme… ¿Realmente iba a ser así? ¿A terminar así? No podía creerlo, no quería creerlo, pero no pude hacer otra cosa que, patéticamente, juguetear con mi nariz mientras hacia todo lo posible por no llorar. Esperé sus próximas palabras, ¿quizás una disculpa?, ¿quizás una explicación? Fuese lo que fuese, no estaba preparado.
— Es verdad… Quería decírtelo porque me parecía lo correcto… Para cerrar, ¿entiendes? -las palabras no me llegaban, yo estaba como atrapado en el tiempo; todas las ondas de sonidos me pasaban a través y el tiempo se alentaba dolorosamente por momentos. No podía reaccionar-. Necesito que lo entiendas, te hará bien. Te lo prometo. Es una cuestión de superar, de crecer, entiendes..… ? -creí escucharla pronunciar mi nombre, pero no tiene sentido mencionarlo para la coherencia de este relato así que, como ya hice, seguramente, con muchas de las señales que ella me habría dado en nuestro pasado conjunto, lo ignoraré-.
— S-Si… Claro… Lo… Lo entiendo totalmente..… Es bueno que puedas irte, estás muy emocionada, imagino y ojalá que te vaya bien… -Dije, apurándome entre las palabras, dejándolo salir todo más como una bola de incoherencias que hacían mínimo sentido que como una oración verdaderamente propia-. P-Pero vas a volver, ¿no? Capaz para visitar a tu mamá, ella va a seguir viviendo acá también, ¿no? Digo, por el Barrio Viejo y cerca de la Estación… ¿No? -traté de conseguir algo de información, una seguridad. Pero mis manos apretadas en puños hasta que mis nudillos se tenían de blanco delataron mi desesperación por su respuesta. Una respuesta que no llegó a mis oídos, sino a mis ojos… Ella solamente sacudió la cabeza-.
— Solo quería que supieras así podíamos, ambos, pasar página… Sé que te afectó mucho el hecho de que nos separáramos, y no quería que te siguieras haciendo problema por ello. Te hará bien el que yo ya no esté cerca, no verme por la calle o en una librería, ese tipo de cosas, ¿no crees? -su tono era dulce, con un dejo de genuina creencia en lo que estaba diciendo, pero yo no podía. Era imposible para mí el visionar como su ausencia podría ser algo más que un detrimento mortal, aun así no pude pronunciar queja, estaba demasiado conmocionado como para eso-.
— Ya… Entiendo… Sí… -mis respuestas se volvieron cuasi monosílabas, simples, ausentes, reflejos de mi turbieza mental-.
— Bueno… También quería darte esto… Es la llave de la Casona. Sé que dejaste muchos libros en el Estudio la vez que te fuiste, y quería que pasases a buscarlos porque la vamos a poner en venta mientras yo me mudo allá… -dijo mientras sacaba de su bolsillo una pequeña cadena con una llave colgada en el medio-.
La ironía acerca de como la realidad pareció volver verdad la estúpida metáfora que yo guardaba para mis adentros a la hora de explicar el pasado no se me escapó, mi primera reacción fue dejar escapar un bufido, cercano a una risa pero sin llegar a ella, totalmente fuera de lugar pero aun así, apropiado de una manera extraña.
— Eso sería todo… -continúo ella-. Espero… Espero que estés bien, y que te pongas bien… -su leve despedida fue el último clavo en mi ataúd, y lo último que pude escuchar antes de caer fue su pequeña aclaración final, de espaldas, sin mirarme, mientras su mano derecha subía para, probablemente, sacudir lágrimas de sus ojos- Y perdón por haberte hecho pasar por esto… Sé que no es tu culpa, pero bueno, siempre fuiste mejor para amar que para ser amado…
Un ritmo ligero de tacones alejándose reverberaron en el espacio, cada vez más grande, que había entre nosotros. Mirando, sin poder hacer nada, como su espalda se alejaba, solo una preguntaba pasaba por mi cabeza… Una que sigo sopesando hasta el día de hoy, y de la cual, espero, nunca encontrar respuesta:
¿Qué fue lo que podría yo haber hecho mejor para que se quedase?
Por ahora, esa consulta aún me desvela. Pero mi historia es una común, corriente, sin nada de especial. Y creo que eso es lo que lo vuelve más escabrosa. El hecho de que acabo de describir, palabras más, palabras menos, a una de las tragedias cotidianas más normales, aquellas que vienen con el transcurso de lo que significa vivir; la del corazón roto, el sueño destrozado. Y la duda que viene con ello.

josee
Blog triple P: Personal, público y pretencioso. // "Me mantengo en mis trece aunque a veces me cruzo con unos cuantos espejos en caída que me reflejan y... ¡Ay, la vida!"
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión