Cada Yo, En Ahora.

Nada real se destruye, ninguna conexión desaparece sin razón. Como si una niebla se posara sobre lo que antes era claro.

Hoy día de abril me abrazo a lo que siento sin que el miedo se cruce en el camino.

Y así, tranquila, me quedo sabiendo que no todo lo que se desvanece merece ser reconstruido. Las cosas que se levantan no perduran si no se sostienen.

Así como las palabras, y las promesas que se las lleva el viento, el tiempo las disuelve.

Quien tiene ciega el alma se acerca a lo que ve, a lo que puede tocar, pero nunca se queda, porque le es imposible ver lo que realmente es.

Los momentos fugaces recorren el lugar donde habita la verdad, pero pasan tan rápido que nunca se adentran en el terreno que sostiene todo lo que es real.

Cualquiera puede tocar la superficie, pero extraño es quien se atreve a explorar la profundidad de lo que soy.
Tal parece que la esencia fuera un destino que muchos temen habitar.

Las sombras pasajeras no me pertenecen, ni lo que se desvanece al amanecer.
No soy un secreto oscuro que se guarda en el silencio.

Merezco lo real, lo que se elige y se atesora por ser, lo que no oculta su rostro.

No soy una ilusión arrastrada por el viento, ni una imagen que se desvanece de las pantallas.
Soy más.
Soy la profundidad de un mar, la calma que se respira en un bosque, la luz tenue y serena de la luna.

Y al reconocer que soy todo eso, me entrego al ritmo de mi alma, danzando en mi habitación acompañada de mi fiel musa: la música, que me envuelve en un abrazo de amor eterno.

Entiendo que no necesito que nadie me otorgue un amor que ya me pertenece.
Porque yo soy amor.

Soy completa en mi esencia, y lo que otros me ofrezcan no define nada sobre mí, sino lo que yo me doy.

Merezco lo que es genuino, porque en la quietud de mi pausa, elijo el silencio sin esperar nada que no sea verdadero.
No soy única, soy infinita.