Dinámica #3
Mucho después de que las explosiones dejaran de escucharse, el cabo K. podría ceder a la *ansiedad* y empezar a sentir sus heridas. Eran dos, en el vientre bajo, que él había podido ignorar y que ahora le daban la *fría* certeza de que moriría en este bosque.
Se dejaría recostar en el suelo, esperando librarse de esta ansiedad que no le permitía caminar. Con los ojos cerrados empezó a dejarse llevar por las fantasías de ponerse en pie y atravesar los infinitos campos hasta llegar al suyo, al *calor* del atardecer árido de su monte y ver su hogar, en donde sus abuelos le dejarían la *luz* prendida para que él no se tropiece en el camino a su propia vejez, en donde este momento sería una historia de guerra para presumir en tiempos de paz.
Imaginaba una vida bien vivida con una mujer cálida a la que sabía cuidar y que no le pediría nada más que sopas de maní y un *amor* para siempre.
Sentía las manos de sus hijos futuros llevándolo a la mesa, contándole historias erráticas en sus intentos de contagiar la alegría de sus intentos por descifrar el mundo que les parecía infinitamente grande hasta que su papá llegaba para cenar.
El cabo K. cerraría los ojos por el *frío* de la desesperanza, rodeado de pequeñas flores amarillas que solo pueden crecer en la *oscuridad*.
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