Tienes la cabeza llena de pájaros, eso le solía decir su madre cuando le solicitaba, por enésima vez, que ordenara su pieza. Pero ella no creía eso.
Los pensamientos en su mente no eran así. No volaban libres por su cabeza, variados, preciosos y llenos de plumas efímeras. Al contrario, diría que ella estaba absorbida por los peces.
Pensamientos lentos, pesados, negativos y a punto de ahogarse. Ideas fatalistas que recorren su cuerpo con lentitud desesperante. Voces pesadas, nadando a través de los dedos cansados. Ojalá que los pensamientos fueran cómo pájaros, que la elevarán de la asquerosa realidad, permitiéndole escapar de los golpes, del dolor y la humillación.
Solo tenía a los horribles peces de colores, repitiendo los insultos con pesada decadencia, hasta la hora en que lograba quedarse dormida.
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