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    La danza de las nubes

    Oct 12, 2023

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    La danza de las nubes
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    El tazón de frutos secos en el centro de la mesa, el café que aguarda el siguiente sorbo y la birome entre mis dedos bailando en un frenesí de arriba y abajo, mientras que las hojas de papel continúan en estado blanco impoluto.

    La mirada que se pierde mirando las sombras que proyecta el sol en las paredes de los edificios antiguos. Las horas pasan y las sombras van cambiando de forma, de lugar y de modo inevitable, sigo pensando en vos y en el modo en que, quizás, pudimos haber hecho la cosas.

    Las nubes, en una danza junto al viento, imperceptible en lo alto, ocultan el sol de mi ventana haciendo desaparecer las sombras de los edificios y ya no puedo adivinar las formas. El aire se vuelve frío de a momentos mientras sigue la transición de invierno a primavera.

    Me levanto de la silla y dejo las cosas en la mesa como están. Ya es en vano encontrar algo que describa el dolor en el pecho. Camino hacia la ventana y quedo hipnotizada por la danza de las nubes bajo el cielo cerúleo. No me invade ningún pensamiento en particular, por lo menos ya no. Solo me quedo absorta observado el ir y venir de las sombras mientras las nubes siguen su viaje.

    Te extraño, ese es mi dolor más grande. La presión en mi pecho. Aún sin comprender la razón de nuestro orgullo, el por qué ninguno de los dos sinceró su sentir y ahora me encuentro sola, observando las nubes por la ventana. Qué absurdo.

    ¿Por qué no lo pensamos mejor? ¿por qué no nos sentamos y lo hablamos? Por qué, por qué, por qué... son tantos y ninguno tiene una respuesta lógica. Me resigno. Vuelvo al interior del departamento y me siento en el viejo sillón del living. Subo los pies y me recuesto hecha una bolita, abrazando el pequeño conejo de peluche que me regalaras meses atrás. Y aunque haya hecho un gran esfuerzo, me duermo sin remedio. El sueño me invade, pero los sueños no. Solo pierdo el registro de las horas inconscientes mientras el tiempo pasa bajo la respiración profunda y no soy testigo de ello.

    Un sonido extraño me hace volver en sí. Mis ojos se abren miserablemente hasta que llegan a acostumbrarse a la escasa luz y busco a tientas el origen del sonido que me despertara instantes atrás. Enciendo la lámpara de la mesita junto al sillón y noto el pequeño conejo sobre la mesita ratona de mármol. Recuerdo haberlo sostenido sobre mi pecho al momento de dormirme y no hayo la razón de por qué está sobre la mesa. Un leve maullido me hace voltear la mirada y, al hacerlo, decubro la razón de que haya despertado momentos atrás. Era blanco, muy pequeño y tenía hermosos ojitos azules. Se acercó a mí al instante que me vio descubriéndolo y maulló para pedirme que lo acurrucara entre mis brazos. El pequeño gatito se asemejaba a las nubes que había visto danzar por la ventana, pero aún no podía comprender cómo había llegado a entrar al departamento, ya que mis ventanas estaban a un piso sobre el suelo.

    "Tenías razón" me dijo una voz parada a metros de mí e inmediatamente mi vista se nubló, como cuando las nubes nublan al sol antes de llover "perdón por lo que pasó amor. No debí irme así. Lo estuve pensando y creo que esa pequeña nubecita que duerme sobre tu pecho también ayudó a darme cuenta de que quiero estar contigo, de que podemos arreglarlo. Somos un equipo y tendremos diferencias. Pero nos amamos y eso es lo que importa"

    Luego de esas palabras, ya no pude decir más. Envuelta en un tímido llanto, caminaste hacia mí y me diste ese tan anciado abrazo. La pequeña bolita de pelos fue testigo de ello y se hizo lugar entre nuestros brazos. Las diferencias habían quedado atrás y el sol se había apagado hacía un rato dándole espacio a la Luna y las estrellas. Mietras tanto, la pequeña nube que parecía bajada del cielo de aquella mañana, correteaba por el piso alfombrado mientras nosotros volvíamos a ser la amalgama perfecta, esperando otra vez la danza de las nubes.

    Camila Foresi

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