Botella
Están equivocados los que piensan que un libro se vuelve obsoleto tras ser leído: en mis ratos de ocio, disfruto de sentarme frente a ellos y “escuchar” la historia que reservan; la historia de cómo llegaron a mis manos. Ansioso, cual niño ante su abuelo, les hago preguntas y más preguntas: ¿Dónde fue que lo adquirí?; ¿me encontraba acompañado aquel día?; ¿fue un día cálido o invernal?; ¿me veía alegre o preocupado?; ¿o acaso, triste y sombrío?
Los libros de “segunda mano” nunca me revelan las historias ajenas pero las puedo imaginar por el estado de sus páginas. Como aquella novela editada en el ‘67 que perteneció a una tal Iara Ferreira y que fue un obsequio de un tal Pablo Esquivel, quien le dedica el libro “con mucho amor”. Imagino que ella decidió cederlo en un intento desesperado por olvidar esa relación trunca. “¿Pero por qué razón no habrá quitado o borrado antes la dedicatoria?”, pregunto sin obtener respuesta. ¿Será que el libro es como una botella arrojada al mar?, ¿hago mal en retenerlo? Pondré una inscripción en la última página: “Por favor, cédalo para que alguien más lo pueda disfrutar. Gracias”. Tal vez, un día –quién sabe– vuelva a las manos de su amado.
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