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    Bizcochos

    Abr 7, 2024

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    El olor a bizcochos calentitos subió desde la bolsa que estaba en su mano y se metió en su nariz sin aviso. Casi podía sentir los panes con grasa y las margaritas apretujándose en el paquete y en su mente tenia fija la imagen de una panera repleta en la mesita de la terraza. El cielo estaba despejado y había un sol radiante; el invierno, ya bastante retrasado, parecía no querer llegar a la ciudad sureña. 

        Como todos los sábados saludo al portero y subió al ascensor. Una ultima mirada en el espejo la dejó satisfecha, sin dudas los años le habían pasado factura pero el daño era bastante menor de lo que le hacía a otras pensó, dejando a un lado la humildad que le era característica. En ese momento un alarido desgarró el aire, sacándola de su somnolencia mañanera. Sin darle importancia a algo que podía no ser nada, abrió la puerta de su casa y se sorprendió cuando su teléfono no se conectó automáticamente a la red wifi. Asustada se acercó a la mesa del living donde unas horas antes había estado el router y se le heló la sangre al ver que no había nada allí, ni el aparato de red ni el teléfono fijo, solo quedaba la marca en el mueble. Aterrada como nunca antes volteó en dirección a la puerta y luego de dar un paso retrocedió pegando un grito de susto y tirando la bolsa de bizcochos. 

        Allí, sentado en el sillón de la sala, un niño la miraba fijamente, con los ojos inyectados en sangre y una sonrisa macabra dibujada. El terror pudo mas que ella y se cayó de rodillas al suelo, sollozando y pidiendo perdón al diabólico engendro sin obtener ninguna respuesta o signo de entendimiento. Parecía que no escuchaba sus palabras, quizás no la entendía. Preguntó por sus hijos y su marido, por su madre, por ella misma. Pero el ser no se digno a contestarle, solo la miró fijamente con esos ojos diabólicos. Probó todos los idiomas que se sabía sin resultado, ni siquiera decir algo en latín le funcionó.

        Al borde del colapso estaba y sentía ya arder sobre ella las llamas del infierno cuando se prendió la luz y tres niños salieron de atrás del sillón, donde ahora solo había un muñeco con los ojos pintados, y corrieron a abrazarla mientras gritaban, eufóricos y muertos de risa : "Feliz Halloween Mama !!"

    Jean Valjean

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