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BITÁCORA DEL VENENO.

kara

Jul 4, 2025

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BITÁCORA DEL VENENO.
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El vómito me trepa por la garganta, se regurgita y me arde; el pesar ha hecho nido en mi cráneo como una larva sin fin. No es tristeza, es infección. Un moco denso alojado en la conciencia: pensar en ti, pensar en todo esto, me enferma. O más bien —me enfermé yo sola por dejar que lo hicieran. Todas repiten el mismo patrón: la letra inicial, la ternura fingida, el chantaje disfrazado de amor. Me invitan pastel con una sonrisa, pero cada bocado trae dentro la podredumbre. Y yo, claro, me lo trago entera.

Esto no es una carta. Es un grito que no espera respuesta. No va dirigido a nadie, va a mí, a la que se ha olvidado de sí misma. A la que se siente brillante en el papel, a la que “puede con todo” según dicen, pero vive con un agujero negro latiendo donde debería ir la voz. No quiero presumir. Ni siquiera puedo sentir orgullo. Solo sé que estoy al borde de un estallido, y no me queda otra forma de sostenerme que escribir esta desesperación con los dedos crispados.

¿Qué quieren de mí? ¿Qué esperan que haga con tanta proyección ajena puesta en mis huesos? ¿Pueden dejar de hacerme recipiente de su dolor? ¿Puedes dejar, tú, de hacerme epicentro de tu herida para luego decir que tus ojos ya no están aquí, que miran hacia otro lado, pero nunca me sueltan del todo? No me sacas, no del todo. Lo sé. Y yo tampoco. Llevo tanto así, y no me lo permito. Porque claro, no soy inocente: el año pasado tú sufrías por mí, enteramente. Lo sé. Lo tengo presente, me pesa. Pero si de egoísmo hablamos, ¿no lo fue también silenciar lo que se te tragaba por dentro en nombre de la paz? Ni cerca ni lejos me salvo. Todo de ti me enferma. Todo de mí te mira.

Sigo mirándote. Sigo mirando a todos. Me convierto en esta criatura absurda, translúcida, que observa la vida ajena como una bacteria frente a organismos enteros, completos, tan... funcionales. Y la culpa es mía. Solo mía. Me desespera saberlo. Vivo tranquila, dicen. Tengo rutina. Tengo emociones. Tengo motivos. Y aun así, hay grietas. Dos pérdidas me cruzaron el año como un cuchillo doble: la muerte de mi abuelo, la de mi mascota. El mismo mes. El mismo hueco. El mismo frío. Y por si fuera poco, la tierra tembló. Y yo también.

Estoy delirando. ¿Eso querías escuchar? Delirando. Sin espacio en la cabeza más que para estudiar, pensar, colapsar, renacer y luego volver a caer. Quererte es un acto egoísta cuando hay personas que me ofrecen el amor sano, simple, sin humo. Pero tú… tú hueles a costumbre, a casa vieja con luces apagadas, a ruina cálida. Y yo me aferro a ese olor como si no supiera respirar por mí misma.

Debo soltarme. Debo.

Pero la mente, tan torpe, aún quiere saber: ¿cómo estás? ¿Qué piensas del nuevo capítulo? ¿Duermes abrazada a alguien más? ¿Sigues soñando con lo mismo? ¿Te duele el pecho como a mí?

Puedo tener esa conversación con mil rostros nuevos. Mil. Y aún así, me enfrasco en ti como si fueras el único idioma que aprendí a hablar. Quiero salir. Quiero seguir. Sé que esta tristeza es un trance, un pantano emocional. Lo sé. Pero mientras tanto, aquí estoy: embarrada, exhausta, escribiendo como si eso bastara para no explotar.

No eres solo tú el motivo de este vómito que cargo en el pecho. No, no eres la única espina que me ha dejado sangrando por dentro. Sé que perdonar es noble, que el alma se aligera y que la rabia solo envenena a quien la sostiene… Lo sé. Me lo han repetido como un mantra de autoayuda con voz suave y manos que no conocen mi cansancio.

Pero déjame solo por un momento dejarme consumir. Deja que me arda esta agonía que me han dejado tantas personas. Solo esta vez. Perdónenme ustedes, si quieren. Yo ya no sé cómo seguir soltando el veneno con palabras limpias, sin alzar la voz, sin cerrar los puños. Porque eso es lo que siempre he hecho: diplomática, paciente, intentando comprender hasta al verdugo.

Ruego a Dios que no encuentren esto. Que nunca lleguen a leerme así, así de desnuda, así de rota. Pero esta vez no puedo ocultarlo bajo metáforas bonitas ni cartas sin dirección.

Estoy llena de veneno.

Y no tengo otra opción.

Una disculpa, si esta es la primera vez que me lees y lo único que ves es veneno. Pero alguien tiene que hacerse cargo de todo lo que me callo, y hoy le tocó a esta página. Aquí me desangro, porque afuera no puedo. Porque el cuerpo sigue sonriendo aunque el alma esté al borde de vomitar.

Lo digo con ironía y con absoluta certeza: sigo siendo esa que se ríe fuerte, que se mueve con energía, que llena la habitación como si nunca se quebrara. Pero sí me quiebro. Me rompo en silencio, como se rompen las cosas frágiles que aprenden a caerse sin hacer ruido.

Esto es mi espacio para escupir lo que no puedo decirle a nadie.

VOY A SOLTAR TANTO TANTO.

kara

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