Que pesada que es la angustia. Los pensamientos intrusivos que se vuelven incontrolables, el nudo en la garganta es cada vez más grande, la boca del estómago se siente apretada...
Hoy, volviendo del trabajo, morí. Pedaleaba en una hermosa lluvia de tarde, hasta que por una distracción mi pie desliza del pedal haciendome perder el equilibrio, el manubrio se direcciona bruscamente hacia mi derecha, escucho un grito y caí. Mi cuerpo voló a mi mano izquierda en medio de la calle Brown, pleno centro.
Por un momento cerré los ojos muy fuerte y sentí mi vida pasar, a un auto pasar, a las ruedas pasar, a todo pasar sobre mi cuerpo terrenal, mi alma, mi voluntad.
Pero no fue así.
Una de esas desafortunadas circunstancias que se prestan a la suerte, donde el auto más cercano a mi cráneo ubicado en el asfalto estaba a cincuenta metros de mí. Instantaneamente me levanté, subí a mi bici y seguí adelante.
"De la que safaste eh!" pensé, pero no estoy seguro, parte de mí me hace dudar.
Comencé el camino a carcajadas, tal vez por la misma bajada de adrenalina "Que justo, no? Mira si... que terrible...".
Le digo a ella que me escuchaba por llamada y no dejaba de preguntarme:
-¿Estás bien? Deja de reirte, ¿Qué pasó?.
-Que dramático- le contesto riéndome de los nervios, minimizo no se si para calmarla a ella o a mí -alto trauma te dejo, pero todo esta bien-.
Freno en una esquina a pocas cuadras de mi casa, siendo consciente de mi respiración. Pasan unas personas buscando resguardo en techos de locales, a jóvenes saltando sin importancia en charcos y se alejan de mi visión. Me siento solo en esta calle fría y mojada. Miro al cielo dejando que el agua fluya sobre mi rostro.
Vuelvo a ponerme los guantes y sigo mi rumbo. Me doy cuenta que no todo se ve gris.
"No era el momento, no quiero morir, no ahora."
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