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Bicho, bebé conmigo

Sep 6, 2024

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Bicho, bebé conmigo
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El cielo se oscureció permanente, las estrellas empapaban con polvo estelar de llanto el espacio sin aire, el sol solo sangraba, la luna se eclipsaba para taparse la cara, el mundo era una ausencia terrible apretándose la garganta, mientras me gritaba tu adiós, el tiempo se detiene, el alquitrán se detenía en el filtro y no atravesaba mi garganta que suplicaba una muerte blanca efímera, el cielo se pintaba con tu tinta para no extrañarte y llamar a lluvia ácida que destrozaría los tejados, no llueve pero llueve, lo sabés, lo sabemos.

Mi piel se quiebra en cristales que reflejan tu recuerdo que ningún viento querrá llevarse, para que estés por siempre acá, la sangre se solidifica apretando los músculos, los ojos solo saben oficiar de líquido gélido abrumante, la puerta abstracta se cierra negando fantasías, empujándome a la realidad de tu nombre de chapa.

Y me enojaré amor mío sin que sea por ti ¿Cómo enojarme con la llave de las puertas del cielo? Quisiera insultarme sin que duela, los interrogantes se agolpan en la piel, el tabaco me escupía su pregunta punzante, atravesando los huesos buscando el corazón que caía en picada a los avernos congelados - ¿Cómo se sigue cuando no queda nada? Cuando solo queda el humo de los cigarros para vestirse. -

Pero la oscuridad ya no penetra, se vuelve un rumor del aire, tan simple, tan frágil, la utilizo para ver los astros, observarlos quejarse tiernamente en los sueños de la ciudad vacía del invierno.

Sabines se equivocaba cuando me planteaba olvidarte.

En un futuro Julio seguirás rondando mis pasos con tu inocencia de niña que tanto esparcías por la ciudad.

Ya lo sabés, tenemos la certeza de la inexistencia del tiempo en nosotros, nosotros que traíamos en los bolsillos relojes rotos para que no nos molestaran.

Tan libres estando juntos.

Y si tengo que hablar de vos hablo también de mí, espejos enfrentados gestando la eternidad en el tacto, te encantaban esos juegos poéticos que no alcanzaban a definirnos, porque no existen ojos capaces de vislumbrar tu figura, es que sos tanto.

Me diste la vida cuando estaba tan acostumbrado a ser cadáver, y no te alcanzó con eso, me moldeaste a la forma de la esperanza, nutriste estos huesos de la fuerza de la historia, tan solo con tu capacidad lingüística ¡Oh, poeta diáfana! dueña de las palabras, creadora de los absolutos.

Y nada puedo hacer contra esto, esto que soy -soy-, solo seguir, vomitarle conejitos con tu aroma a la Tierra.

Y la Tierra, que yo sé que si te conociera te amaría tanto, lo sé, es así, tan solo si pudiera verte en algún fragmento del espejo de mi mirada, de cómo te acaricio el rostro con mi mirar, lo sabrían ellos, los otros, todos, lo sentirían como impulso del alma, te amarían.Tu tanta lucha el día que partas continuará, pero ya tu espalda no sentirá peso alguno, mis hombros se encargarán de cargarte tibiamente, y transitaré hasta romper ese muro de la eternidad mientras tu nombre me acaricia dulcemente las manos.

Ya no hay caída, ángel mío, estas alas no me lo permiten, éstas que forjaste a suspiros de cariño, ya no caigo, ya no.

Y el té me acompaña a todos lados, en respirar-té, en fumar-té, en escribir-té, y en todo accionar que se tropiece con mis pies, porque te sumergis-té en el océano profundo de mi mente para nadarlo sinfín.

Debo darle la razón a Cortázar con que el libro no se termina nunca y solo se dan pequeñas publicaciones, y mi libro lleva de título Florencia ¡Oh, ciudad mía donde viviré por siempre! toda letra que se escape por mis dientes y gotee de mis yemas te hablará a vos, siempre. Siempre fue así (y esas cosas, sabemos ambos, son inalterables), entonces serás mi libro interminable que nunca escribiré porque moriré antes y porque la magnitud de tu ser poético es imposible de graficar en planos terrenales.

Debería dormir, el número cinco madrugal me sangra en todo el cuerpo, los labios caen resecos de tabaco, la lengua se ahoga de tanta yerba mojada, pero ya no importa el cuerpo cuando el corazón desborda tanta vida, tantas palabras-puentes hacia vos.

No es una despedida, lo sé, amor mío, en el mañana más tangible podré cobijarme en tus brazos para beber de tu voz angelical otra vez, el universo continuará su derrumbe infinito, pero ¿Qué importa? si la esperanza es el rayo de luz que tus esmeraldas dan a la existencia, me equivocaba y se equivocaban los que descreían de absolutos, llegaste a paso suave a tirar esas mitologías a la basura, y pintar el único absoluto de la plenitud que existe y ese es tu encuentro.

El sueño no deja de arrastrarme y por hoy digo basta a la vigilia para encontrarte una vez más en ese mundo ilusorio del inconsciente y esperarte a que salgas por esa puerta para aplaudirte junto al resto de amantes de la poesía, con los que juntos lloraremos la alegría de tenerte en nuestras estanterías.

Como el Adiós trae sus ropas de tragedia (y las tragedias desaparecieron cuando me lavaste los males a poemazos), solo me remito a darte un "hasta luego", pero los dos sabemos que nuestras dos palabras verdaderas son otras: te amo.

Javier Fernando Coniglio

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