Yo sí quiero que seas.
Incluso ahora,
incluso después de todo.
Después del silencio,
de las dudas,
de la distancia que parece querer hacerse costumbre.
Y eso es lo que más duele:
que a pesar de todo,
sigo queriendo que seas vos.
No sé si quiero que lo leas.
No sé si todavía quiero que lo entiendas.
Porque ya ni yo entiendo.
Me siento como un barco a la deriva,
sin norte, sin viento y sin puerto al que llegar.
Me gustaría no necesitarte.
Me gustaría que tu nombre no pesara tanto en mi pecho.
Que dejar de amarte fuera tan fácil como decirlo.
Antes, ser vulnerable con vos era un refugio.
Ahora se siente como una grieta.
Y no sé si la abriste vos o si fui yo,
por esperar demasiado.
Nosotros siempre supimos ser más que uno.
Pero, ¿Qué somos ahora? ¿Somos?
Perdón por enamorarme.
Perdón por querer más.
La única forma de tenerte siempre era siendo tu amiga,
pero no supe quedarme ahí.
Quise más.
Y ahora ya no puedo verte, ni siquiera de lejos,
sin sentir que me falta(s) el aire.
Quisiera olvidarme de esta necesidad de vos.
Pero sigo acá,
flotando entre
lo que fuimos
y lo que no supimos ser.
Y odio necesitarte.
Odio extrañarte así.
Pero lo hago, incluso ahora,
cuando ya debería estar aprendiendo a borrarte.
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