bandera blanca

me cuesta mucho cicatrizar. no sé si hablo física o sentimentalmente. cuando me hice los piercing de las orejas no pude dejarlos quietos y algo que se supone sanaría en cuatro a seis semanas terminó curándose al tercio de año. el tiempo pasa lento cuando de sanarme se trata.

los inviernos parecen más fríos, las noches más oscuras, el dolor más profundo y yo más diminuta.

me gusta creer que todo pasa por algo y todo tenga un porqué, pero me he encontrado a mí misma llorándole a mi almohada, metiéndome un clotiazepam entero para calmar las ganas que tengo de masacrarme (físicamente) por las decisiones que he tomado.

toqué fondo, es así. toqué fondo hartas veces este año y seguí a veces en modo automático porque tengo que hacerlo y eso es lo que hacen los adultos. no te puedes detener a analizar cada uno de tus sentimientos porque “antes no hacíamos tanto atado por esto”. me carga ser adulta. no me gusta tener problemas de adulta.

todavía creo que soy un ente que va de paso por la vida y por lo mismo busco no involucrarme. pero no lo puedo evitar. fantaseo despierta, y siempre con lo mismo. me tiro las cartas esperando ver en ellas el camino correcto y teniendo más dudas porque todavía tengo que recurrir a mi libro para interpretar. sueño con que el amor de mi vida me salve, toque mi puerta diciéndome: <aquí estoy, gracias por esperarme>.

y me duermo y despierto solitaria, extrañando las palabras de consuelo, los abrazos apretados y el sentirme parte de algo, de alguien.

mis ilusiones se destrozan tan rápido y me pregunto porqué. ¿por qué no funciona para mí? ¿qué es lo malo en senna? culpa, dolor, angustia.

estoy de brazos cansados, de bandera blanca, de capa caída. ya me harté de luchar por y para el amor romántico, renuncio a la idea.

después de todo, lo hay en muchos otros sitios, y tan cerca de mí.

gracias a quienes me han hecho sentir amada, yo también los amo/he amado.