camino bajo la sombra de tu falda.
tus ojos no me encuentran,
pero tus manos me tienen atado a ti.
me sublevas a tus anhelos mientras danzas sobre mí con el frenesí de tus lamentos.
mi boca se alimenta sin dejar de alimentarte.
clamo en silencio para oírte suplicar misericordia,
y es la devoción de tus resuellos incesantes las cuales corroen mi sensatez;
te pertenezco.
me sumerges en la penumbra de tu inquietud hasta cubrirme de ti
y yo me vuelvo adicto al néctar de tu locura,
esa que brota cada vez que el fervor de tus sacudidas aturde mi cordura.
así es como me encantas,
sucia y pecadora,
usándome cual verdugo de tus más impúdicos deseos.
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