Se dan las 21 de la noche,
y yo ya lloré.
Volví a sentirme sucia,
traicionada, devastada,
sola y tirada.
Mi mente esta tan acelerada,
que los chistes que me cuentan no dan gracia.
El pasado me arrastró con sus garras peludas,
estoy debajo de la cama, mamá.
No me busques,
o búscame...
No me encuentres,
o piensame.
El pasado volvió a tirar de mi cabello,
le dije que dolía,
pero no dijo nada.
Nunca lo hace.
El silencio,
fiel aliado del pasado,
solo siente pena por mi llanto suelto.
Ahí va de nuevo.
Es muy tramposo el pasado.
Sabe que le temo más al silencio que a él.
Y no hizo falta hablar para que empiece a llorar.
El pasado es malo, mamá.
Me busca cuando estoy sola
o acompañada.
Me sigue incluso de día,
donde solo se vuelve sombra de mis pasos.
Hay monstruos que beben de mi sed.
Me rasgan la piel para que vuelva a sangrar.
Quieren a fuerzas que recuerde el dolor.
El trauma, que no es ningún trauma, me rompe.
Me deja tirada bajo la cama, donde no me encuentro.
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