Te vi, bailando entre la oscuridad, entre un millón de estrellas que eran solo nuestros recuerdos. Sin querer, apareció su silueta, y una rosa blanca descansaba en tu pecho, acompañando nuestro baile eterno, silenciosa y distante.
Me quedé observando, sola, mientras nuestro amor se volvía memoria, promesas que flotan como polvo de estrellas, brillando un instante más que el mismo sol, y luego se disuelven suavemente en la noche.
Aun así, sonrío al recordar, porque fuimos luz que iluminó un tiempo, y aunque ahora todo sea pasado, ese baile entre estrellas siempre será nuestro.
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