¿Bailas?
Abr 6, 2025
...
Nadie está seguro.
No es el país, es el mundo entero.
Lo hemos apostado todo a una tecnología de la que la inmensa mayoría desconocemos lo más somero de su funcionamiento. Tan solo un apagón eléctrico general y duradero -y no es algo que sea demasiado difícil que pueda darse- daría al traste con las sociedades tal y como las vivimos ahora.
Solo los más pobres, los más apartados de las grandes ciudades, de los países ricos, de la supuesta civilización, tendrían alguna oportunidad de paz. Y eso mientras no fueran descubiertos por los depredadores humanos que consiguieran sobrevivir a las primeras horas, los primeros días, los primeros meses.
Saqueos, violencia, desesperación, miedo.
Pendemos de un frágil hilo y ese hilo está amenazado por demasiados factores: Poder, locura, ambición, odio, desmesura, saturación, sobrepoblación, contaminación... Trump.
El colapso está a un pequeño paso para un hombre y será un gran salto al vacío para la Humanidad.
Al fin, la Humanidad, solo ella, es la culpable de su propia destrucción. El Planeta Tierra, se recuperará. Siempre lo hace.
Son ya muchas reencarnaciones.
Pero... un último vals.
Ordovícico de hielo y agua, manto helado sobre la Tierra;
el mar, vasto como el olvido, sumió en silencio el aliento de la vida.
Y fue la calma fría.
Y los braquiópodos (pobrecillos) cantaron su adiós.
¿Qué queda al final de tanto frío?
Sólo un eco distante de lo que fuimos.
Y del cambio, el sol no fue el mismo.
El Devónico vio el ocaso de las aguas.
Con la tierra, un suspiro se ahogó,
y los peces se inclinaron,
bajo el peso de la ausencia de oxígeno.
Lo más se disolvió en las sombras del mar.
¿Quién recuerda el perfume de la vida,
cuando la oscuridad arrastra su paso?
Un soplo de fuego tocó el Pérmico;
en Siberia brotaron montañas de fuego,
y el calor, como un amante desesperado,
quemó todo a su paso.
Y fue que casi todo se deshizo en la niebla,
mientras el oxígeno, regalo siempre, entonces se volvió lujo.
El fin fue puro, crudo,
y nosotros, las cenizas que quedamos,
cayendo al abismo de la memoria.
El Triásico, como extraño canto de reptiles,
se desplomó con el rugido de la tierra.
El magma giraba, bajo los suelos, duelos;
y en el cielo, el sol inmune nos observaba.
Se desvaneció, mucha vida,
y con ella, la esperanza de la antigüedad.
¿Como crecer, cuando la tierra se parte
y la vida, una vez más, se reinventa?
Y el asteroide cortó el aire, era el Cretácico, la última cena del velociraptor.
Un impacto de frío, fuego y polvo,
y el mundo se detuvo, dejó de respirar.
Y se perdió en el olvido, tanta vida...
y los dinosaurios, reyes sin corona,
cayeron del trono de un día.
Y nosotros, humanos, mirando desde el futuro,
¿qué somos, sino los restos
de un sueño que nunca se acabó de contar?
Los siguientes somos, en este inevitable sino.
Así la historia se hila con masivas extinciones;
ciclo eterno, sin principio ni fin.
Todo se borra, se reinventa,
y quizá no sea el final, sino el comienzo
de algo que aún no sabemos entender.
Que no entenderemos jamás.
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