Le puse una cucharadita de azúcar al tuco. No importa que digan que en realidad lo que corta la acidez del tomate es el bicarbonato, yo le puse una cucharadita de azúcar, como siempre. Vos le ponías azúcar, no bicarbonato. Vos dejabas que las salpicaduras del hervor de la olla te pinten el delantal que ya lucía un desfile de manchas desconocidas, sin fecha de caducidad. Me sentabas en la mesada mientras hacías las salsas más ricas del mundo, con tus dedos largos arrugados, tus manos de garras de uñas largas, rojas. Eras una montaña. Imposible, gigante, imponente, incomprendida.
Una montaña inamovible, anclada en la cocina, con el vaso largo de flores grabadas siempre lleno, demasiado lleno. A veces te hablo, ¿sabés? Te pregunto qué pensás antes de tomar una decisión y te pido que me ayudes cuando quiero mucho algo. No rezo porque no sé a quién rezarle, pero a vos te hablo y te pido y te prendo una vela de vez en cuando. Ahora creo más que antes: tal vez es parte de crecer, buscar algo más, creer que estás en algún lado y que para que eso pase tiene que haber algún lugar más allá. Te hablo y te pregunto cosas y a pesar de que vos no me respondas yo me acuerdo de tu voz todavía y puedo formularme las respuestas que me gustan y las que no también. Extraño tu nariz puntiaguda y tus rulos teñidos y tus manos que creo que siempre estaban frías. Pero sobre todo extraño que seas gigante. Eras una montaña. Imposible, gigante, imponente, incomprendida.
Vos me querías mucho, yo todavía más. Y cuando pasa el tiempo entiendo cosas que antes no entendía. Me gustaría preguntarte cosas, saber de vos. Pero pienso que si te pudiera ver un día, si me regalaran unos mates con vos, o un té con bizcochitos como me hacías en el jardín, o una sopa como la que me hacías en invierno, no te preguntaría nada. No gastaría ni un minuto de regalo en pedirte explicaciones ni justificativos. Me dedicaría a decirte lo mucho que te quiero, todos los días. Me dedicaría a pedirte que me hagas un mimo en el pelo y me digas que tengo mano para las plantas y para la cocina igual que vos. Te pediría que me cantes de nuevo Nada de Julio Sosa y que te quede un rato más, siempre un rato más.
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