yo te pregunto, mediante esta carta; si me despojara de todo, si te entregara cada fibra de mi ser y lo dejara en una caja al lado de la puerta, ¿serías capaz de sostener el peso de esta entrega? te adelanto que adentro está mi querer, es medio caprichoso y ojo porque no sabe modales y está medio exigente ahora.
perdonáme si soy este ser tan falible, tan lleno de vacíos y carencias, que no puede hacer otra cosa que pedirte, que no puede hacer otra cosa que mostrarte esta debilidad insoportable que me embarga. siempre te pido que le eches dos cucharaditas de azúcar exactas a mi café, como si pudiera medir la cantidad exacta de tu dulzura que necesito para no ahogarme en los momentos que no estás. como si todo pudiera reducirse a esa medida, a esa dosis que me permita seguir, que me permita sentirme vivo solo un poco más, porque, en el fondo, sé que no necesito nada más que eso. sé que mi salvación reside en tus labios, en la embriaguez que me otorgas cuando se reencuentran.
y, sin embargo, te hago llegar tarde al trabajo, te inmovilizo, te retengo como un preso condenado justo en el instante en el que querés pasar la puerta. perdoname por robarte minutos, por quedarme con tus segundos, por no saber cómo decirte que mi alma no puede seguir sin el toque de tus manos, porque mi cuerpo, sin tus caricias, no sabe dónde ir, mi alma, sin tu amor, no sabe de ningún dios a quien mendigarle, ni de qué oración aferrarse para no quedarse como una plegaria en el olvido, justo en las listas de deseos absurdos que un dios puede llegar a tener.
puede que me muera hoy, o mañana, cuando el silencio me devore y no me quede aire para buscarte. puede que me muera cuando el peso de la distancia me haga quebrar, puede que me muera cuando la ausencia de tu perfume deje de dejar huella sobre mi piel, cuando el sonido tu risa antes de pasar la puerta deje de resonar en mis venas.
¿quedará algo de mí en la memoria de tus oraciones?
pasaron horas de tu ausencia, tu ropa ya no tiene tu aroma, la tinta se me acaba, ya no hay azúcar y me terminé incluso todo el café frío que dejaste.
acordate de la caja junto a la puerta, yo te dejo mi nostalgia sobre la mesa del comedor, mi soledad en la almohada, mi desesperanza en el rincón junto a la ventana, mi amor en la cajita de primeros auxilios y mi cuerpo te lo dejé en la entrada, yo ya me fui.
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