Observa las peripecias
de la vida al son de un aullido
desgarrador que al fallido
secreto imponen las reminiscencias.
Porque tal grito no fue escuchado,
se presentó como sonido en el sueño,
y de allí, la oscuridad onírica, en leño
robusto se fue armando.
Herida está la tregua entre lo real
y el devenir de un ideal justo,
pues las ramas de ese vetusto
árbol guiaron el corazón leal
del ave del sol hacia
rincones de una cueva
donde la luz escapa. Comprueba
que la oscuridad no deje fragancia.
Mientras que la luz apoya
sus invisibles manos en tantas
formas, y la que escapa genera cuantas
otras, algunas todavía se embrollan
persistentes en el límite
que separa lo que aquí importa
de lo que allá es intrascendente. Porta
tus cadenas hacia la pared y ríndete.
No hay esperanza que socave
las angustias del hoy. La oscuridad
dejó de ser inerte en tu mundo,
pero otros como vos, en otra realidad,
actúan: tiran el árbol infecundo
y escuchan el grito esperanzador del ave.
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