Me trajeron
con un solo propósito
y cuando aprendí a caminar
me alejé tanto que perdí los pies,
los brazos no han podido con tanta maleta,
termine apoyándome en una cabeza
que no conocía más allá de los libros,
sin saber que la curricula
nunca fue escrita a nuestra conveniencia.
Hoy quizás al tercio de mi vida,
depende de mi fortuna,
entrego este ser humano
a dónde sea que pertenezca,
la luz de la luna,
la brisa de los árboles,
el aroma de las olas,
la silueta de los pájaros
o los ojos de cada niño mensajero
que me ha encomendado Dios,
solo para decirme que
está aquí conmigo,
que no importa cuánto busque
o cuánto me pierda,
todos los caminos me llevarán
a su presencia,
me encontrará donde sea
que mis sentidos puedan
leer el exterior, así no lo entienda
Solo soy devota
de todo lo que ilumina mi corazón,
por lo tanto, no me arrepiento
de haberme desarmado,
entregado, devorado, confortado,
por credulidad quizás,
a semillas brutas y rígidas
de todos los corazones que amé.
Que disculpen mi memoria,
porque todo mi ser
le pertenece al amor,
que cuando no hallé más por amar,
tuve que partir.
Que nunca fue mi trabajo
arar su capacidad de apertura
y que mientras esperé,
me deshice en sus puertas.
Llámenlo vicio o impaciencia,
arranqué mis uñas hasta sangrar,
devoré mis cabellos
para hacerlos migajas
para darle de comer
a una poeta enamorada
del dolor y la miseria.
He dormido entre sus piernas,
soñando con la correspondencia,
donde creía a ciegas
que el ego no tenía lugar.
Donde creí que los juegos y contiendas
habían acabado.
Dormí a vista y paciencia
de los ángeles amoratados
que nunca pudieron regresar.
Recé cada noche
para que mi pecho
sea de suficiente abrigo
a su tristeza.
Tuve miedo de todo lo que no entiendo,
pero hoy, en el margen de la cordura y la demencia,
he decidido soltar.
Los cuentos ya contados,
las promesas ya caducas,
los sueños impares
y mis ilusiones unilaterales.
Soltar la obstinación
de querer a fuerza
que encaje mi corazón
en lugares en los que no hay recibimiento.
Despedirme con afecto
de todo lo que nunca pudo ser mío.
Finalmente, entregarme por fin
a quien no tiene nombre,
hacer mi casa en la fe,
construir la esperanza en el bien.
Solo quiero que al final mis plegarias sean atendidas,
que este camino tenga un propósito,
que muera amando
y que ame incluso en la muerte,
que se rehabilite mi hambre,
que se contenga mi locura,
que deje de temblar mi cuerpo
y que descanse al fin la cabeza
y quiero ver las manos de mi madre
recibiendo a su nieta,
sus ojos profundos
consolándome del susto
que ha sido venir a este mundo,
que su voz me llame a que regrese,
que me perdone la falta de fortaleza
y limpie las llagas de estas alas
que no quisieron despegar.
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