Aunque yo cambie

En esta tarde que parecía tratarse de otro día rutinario sin nada especial, Allie fue incapaz de predecir lo que iba a suceder al encaminar su tardío regreso a casa.

—«Solo necesito llegar y dormir» —fue lo único que abundaba en la mente de Allie.

Cada paso iba acompañado de un escalofrío, ella suspiraba sin poder quitar las manos de los bolsillos de su sobresaliente abrigo, con la mirada enfocada al horizonte pero tentativa hacía el suelo. No era un día rutinario, pero Allie no creía eso. Ella solo pensó en despertar en soledad, esperar un largo día, cumplir sus responsabilidades, socializar un poco, resistir el mal humor y sucumbir ante la cotidianeidad. Sin embargo en su camino se interpuso algo que encendería el brillo en sus ojos, fugazmente, un efecto de cafeína recorría su cuerpo y los leves pasos se convirtieron en patines que le impulsan casi que volando, porque eso que perseguía era similar a mirar hacía el cielo. Continuó a la vez que se volvía más fuerte ese aroma realmente no muy agradable, pero que conectaba recuerdos de domingos con la comida de mamá, madrugadas desveladas haciendo la tarea a último momento, tardes de siesta con el ruido de la lluvia de fondo. Lo primero que vemos al despertar, no importa donde vayamos, siempre va a seguir nuestro rastro sigilosamente, aunque no todas las veces. Se vuelve presente con aquel sonido que es imposible no reconocer, tanto que se vuelve parte de nuestro día a día, Allie estiró su mano sintiendo la suavidad en sus dedos, deseó inmortalizar este momento, un como antes que ojalá fuera un como siempre. Fue tanta la felicidad que ni las lágrimas alcanzaron a caer antes de que desapareciera, una pequeña visita del cielo, todo ha cambiado.

—Siempre vas a estar conmigo, aunque yo cambie —dijo Allie, dando marcha atrás y regresando a su casa ya sin las manos en sus bolsillos, estas permanecían calientes.