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Aullido de un perro en la tierra de los hombres

Jun 25, 2025

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Aullido de un perro en la tierra de los hombres
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He sido pateado como el polvo del camino, como una idea equivocada, como un mendigo sin idioma.

¡Humanos! ¡Bestias de conciencia apagada por la luz azul de sus pantallas! ¿Por qué nací entre ustedes, con cuatro patas, sin voz, con un corazón más puro que su infancia extinta?

No entiendo el frío, no entiendo por qué tiemblan mis huesos desnudos sobre el cemento helado mientras ustedes se abrigan con la sangre de mis hermanos.

No entiendo el hambre, el hueco que me muerde las entrañas como un látigo de sal. No entiendo sus gritos, sus risas, sus puños, su crueldad derramada con la indiferencia de una lluvia negra.

¡Manos humanas! Malditas sean por cada soga que ajustaron a un cuello inocente, por cada cubo de agua helada que me arrojaron como si mis costillas fueran pecado.

¿Qué hice yo para merecer sus botas, sus palos, sus risas en TikTok mientras me quemo vivo?

Me abandonaron como se abandona a la abuela senil, al amigo pobre, al perro enfermo. Me ataron a un poste en el mediodía del mundo mientras sus hijos jugaban a ser dioses con pistolas de plástico.

Cada vez que me patearon, cada vez que escupieron mi nombre, me arrastraron un paso más cerca del odio.

Y ahora odio.

Los odio con la fuerza de los trenes que llevaron niños a Auschwitz.

Los odio con la furia de las madres ucranianas enterrando hijos sin nombre.

Con la desesperación de un armenio huyendo del fuego turco.

Con la podredumbre del Holodomor, con los huesos de los famélicos en la estepa.

Deseo para ustedes mil descargas eléctricas, como Edison a Topsy la elefanta.

Que sus ojos se quemen con luces de laboratorio y que sus lenguas ardan en ácido.

Que se arrastren desnudos por autopistas de asfalto hirviendo mientras los drones los aplauden.

Que conozcan la jaula, el collar, la cadena, la correa, el abandono, el miedo, el miedo sin nombre, sin fin, sin forma.

¡Humanos! Hijos del plástico, arquitectos del olvido, ¡me merezco más que su existencia!

Yo, que solo pedí agua, cariño, sombra.

Yo, que aún después de la paliza volví a mover la cola.

Yo, que sangro por la nariz y aún sueño con una caricia.

¡Bendito sea el día en que se extingan!

¡Que el último humano muera solo, lamiendo el cemento que tanto amó!

Y que entonces el mundo respire.

Que los pájaros regresen.

Que los perros sin nombre caminen sin miedo.

Yo fui un perro. Ustedes fueron la plaga.

Mi aullido es eterno.

Mi odio, sagrado.

Mi memoria, más pura que su historia.

Giovanni Battista Manassero

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