A veces me siento atrapada en el cuerpo de esa niña que tuvo que pasar por todo sin saber cómo manejarlo.
Obligada a callarse.
Obligada a madurar.
Obligada a enfrentar lo que no debía a mi corta edad.
¿Por qué yo? ¿Por qué tenía que ser yo la que pasara por eso?
Obligada a caminar cuando quería correr.
Obligada a cerrar la boca y trenzar mi cabello.
Te extraño.
Perdón por no entenderme.
Perdón por no estar para mí.
Ahora lo veo y digo: qué ridícula, qué exagerada fui, no era para tanto.
Pero luego miro atrás y me doy cuenta…
De lo fuerte que fui.
De lo bien que lo hice.
De cómo sobreviví a ese mar, a ese tornado.
Para muchos, solo era una niña tímida y de pocas palabras.
Para otros, una niña contestona, insoportable, entrando a la adolescencia.
Qué fuerte fui.
Siempre pensé que tal vez merecía todo lo que me estaba pasando.
Me miraba al espejo y me odiaba.
Odiaba lo que veía.
Aunque siempre me vestí como quería, faldas cortas y vestidos.
el amor propio me hacía falta.
No siempre me gustaba cómo me veía.
Me obligaba a seguir modas, a encajar, a ser algo que no era.
La vida mordía.
Y me estaba matando.
Horas sin comer, días enteros ayunando.
Y otras noches llenando mi boca hasta ahogarme.
Los atracones eran mi peor enemigo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión