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    Atrapada en mi cuerpo

    Aug 18, 2024

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    Atrapada en mi cuerpo
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    En el momento exacto en que el avión aterrizó, tuve una sensación que nunca antes había sentido. Un déjà vu; una especie de vértigo. Se sintió como cuando un viento fuerte te atraviesa. Eso, como una tormenta de viento. Pero no se sintió en el cuerpo, se sintió en los órganos. Más profundo. ¿En las células? ¿En el alma? Algo así, una tormenta de viento en el espíritu.

    Me quedé sentada e inmóvil, como esperando la frase en mi cabeza: “Listo, ya está, ya pasó, ahora levantate”. Dejé que mi cuerpo reaccionara. ¿Y cómo lo hizo? Lloró, pero no me di cuenta hasta que se acercó la azafata y me preguntó “Ey, ¿estás bien? ¿Necesitás algo?”. Y recién ahí sentí las lágrimas tibias corriendo por mis mejillas.

    No me había dado cuenta. El avión ya estaba vacío y sólo quedaba la tripulación además de mi. Todavía sin moverme y sin responderle a Vanina –de casualidad había visto su nombre sobre el logo de la aerolínea en el gafete que tenía prendido de la solapa de su saco– logré distinguir al resto de la tripulación en la puerta de salida con un evidente malestar en sus caras.

    “¡Perdón, perdón!” Fue lo único que atiné a decir acelerada.

    No podía explicar lo que estaba pasando. Rápida y bruscamente saqué mi mochila del compartimiento de arriba y salí casi a las corridas del avión. Llegué a la entrada del aeropuerto y busqué con la mirada algún baño. Estaba al borde de un ataque de ansiedad y necesitaba silencio y estar sola para calmarme.

    Pero no pude. Seguí a los demás pasajeros a migraciones casi como por inercia. Es más, recuerdo pensar casi en voz alta “¡Cuerpo, haceme caso!”. Me odiaba y me angustiaba no poder actuar distinto. Siempre tan vulnerable ante todo, siempre siguiendo la corriente.

    Al instante escuché otra voz en mi cabeza, pero esta vez como si fuera un recuerdo de algo. “Ya estás cerca. Seguí adelante. Queda poco tiempo” Claro que en ese momento no sabía qué significaban esas palabras. Incluso creí que era parte del ataque de ansiedad “¿Me estoy volviendo loca?”.

    Creo que el resto de mi paso por el aeropuerto lo hice en piloto automático, porque realmente no recuerdo cómo pasé migraciones, cómo salí de ahí ni cómo llegué al hotel. Sé que tenía planeado tomarme el tren y caminar unas 2 cuadras, pero no recuerdo ni siquiera haber mirado el teléfono para ubicarme.

    Cuando estás en un lugar nuevo y tenés que llegar de un punto A a un punto B, siempre chequeás dónde estás y cómo llegar, asique evidentemente tuve que hacerlo, pero no lo recuerdo. Mi mente, completamente en blanco. Fui consiente solo en el momento justo de pasar el umbral de entrada del hotel.

    De hecho, tengo lagunas de todo el viaje. Esa misma noche, incluso quise salir a cenar afuera. Recuerdo que fui a un bar a 4 cuadras del hotel, recuerdo haber elegido la mesa donde sentarme e incluso recuerdo revisar si tenía dinero antes de que el mozo se acercara a dejarme el menú. Pero no recuerdo qué comí, qué elegí, qué tomé. No recuerdo ni la cara del camarero, pero sí su nombre “Mateo”. “¿En qué momento le pregunté su nombre? ¿En qué momento le hablé como para saberlo? ¿Le habré dicho el mío?”

    Esas preguntas rondaron en mi cabeza toda la noche de vuelta en la habitación. Mientras me cepillaba los dientes, me miraba al espejo y lo único que podía pensar era en ¿qué me está pasando? ¿Será alguna enfermedad? ¿Algún tipo de efecto secundario y muy extraño del Jetlag? No quise darle demasiada importancia en ese momento. Estaba recién llegada y quería disfrutar de todo, lo más que pudiera. Después de todo, ¿cuántas veces en la vida sabés que estás cumpliendo un sueño?

    Me gusta la sensación de preguntarme y no tener respuestas. Me dan ganas de abrazarme. Me hace feliz demostrarme no tener certezas y sí tener preguntas, porque eso significa que todavía puedo ser inocente y curiosa en cierto punto.

    Al apagar las luces y meterme en la cama algo -o alguien- dentro de mi cabeza preguntó "Si, pero ¿cuántas veces en la vida tenés una sucesión de sensaciones extrañas en un lugar ajeno y lejano a lo que conocés?".

    Me sobresalté al escuchar esas palabras. Pero no por las palabras en sí, sino por la voz, claramente no era la voz de mis pensamientos. Tampoco lo sentí como la vez anterior como un recuerdo.

    Era una voz muy clara de otra mujer, una voz grave, pero dulce. Parecida a la de mi madre, pero con acento español, pausado y con una cadencia que me daba cierta sensación de calma.

    - No te asustes. Es normal. No eres la primera ni la última a la que presento, no me cree y cree que se está volviendo loca. Ahora escucha, no tenemos mucho tiempo y necesito que esto lo hagas sola. Mañana vas a despertarte, irás a desayunar y alrededor de las 9.30 se acercará una joven a entregarte algo. Deberás guardarlo con rapidez en tu bolsillo para que nadie lo vea. Seguirás con tu desayuno como si nada, pero antes de las 10 deberás subir a la habitación y me verás.

    - ¡¿Qué?! ¡¿Qué está pasando?! ¡Definitivamente me estoy volviendo loca! ¡¿Dónde dejé las pastillas para dormir?!

    - No seas terca -contestó la otra mujer en mi cabeza- Hazme caso. Lo recuerdas todo, ¿verdad? Por hoy ya no queda tiempo. ¡Por si lo olvidas, anótalo ahora!

    Esta última frase sonó desesperada, asique, anoté todo en un block de notas que había en la mesa de luz. No sé por qué, pero tuve la sensación de que era importante, quizá era el ataque de ansiedad, no sé, pero decidí dejarlo bajo mi almohada para proteger el pedido de la mujer.

    ¿Protegerlo de qué? No hay otra explicación. Vuelo de 12 hs, pastillas para dormir y ataques de ansiedad no son buena combinación. Seguro estoy teniendo algún incidente psico maníaco o todavía estoy dormida en el avión.

    Apoyé mi cabeza en la almohada y me tapé con esa sensación y repuesta en mi cabeza. "Tranquila, mañana te va a despertar y todo va a ser normal de nuevo".

    La mañana siguiente me desperté helada. No lo esperaba. En ese tipo de hoteles, suele haber calefacción todo el día en pleno invierno, o eso imaginaba.

    Me levanté y me di una ducha caliente, me vestí, me até el pelo en una colita alta y bajé a desayunar. Realmente era un día precioso, en el comedor del hotel la luz era natural en la zona de las mesas y al menos 5 de ellas estaban al sol, asique elegí una de esas para sentarme. Me serví un plato con algo de fruta y algunos quesos y pedí si me podían preparar 2 tostadas en la cocina.

    Había bajado con el mate en la mano, asique me ofrecieron agua caliente y acepté medio sorprendida de que supieran qué era un mate y cómo se tomaba - Claro, más tarde me enteré que el Chef principal del hotel tenía obsesión con el mate con yuyos.

    Después de terminar el desayuno, me levanté para irme, pero al mirar la hora en el celular me frené.

    9.29 am. Pensé por un segundo en el sueño extraño de la noche anterior, y en seguida me reí. Sonreí pensando "Viste, era un sueño. No te volviste loca".

    Di un paso adelante y me caí. Había tropezado con una mujer que venía hacia mi acelerada.

    - ¡Perdón! ¿Estás bien? - se aseguró. Me dio la mano y me ayudó a levantar del piso.

    Si hay algo que siempre me saca de quicio es la gente acelerada por la mañana. Creo que es el único momento del día en que me gusta hacer todo de a poco. Ahora, pensándolo bien, quería responderle que no, que me molestó que se haya dirigido hacia mi con esa velocidad. Les juro que me hierve la sangre de sólo pensarlo.

    Por supuesto, no le respondí. Con ese ánimo, seguramente la hubiera asustado o al menos enfurecido contagiándole mi mal humor típico de todas las mañanas. Aunque si hubiera querido contestarle, tampoco me hubiera dado a tiempo.

    En seguida sacó un sobrecito de papel amarillento, bien sellado con algo abultado en su interior.

    - Toma, lo prometido es deuda. Muchas gracias por todo -dijo acercándose a mi en voz baja, y salió del restaurante.

    Mi cabeza dio vueltas. "Ok, acá está pasando algo y necesito saber de qué se trata". Guardé el sobre en el bolsillo y enseguida encontré un papel. Lo saqué.

    Era el papel donde, en sueños la noche anterior había anotado las instrucciones de la voz en mi cabeza.

    Entre asustada y confundida y enojada de no saber qué significaba todo eso, volví inmediatamente a mi habitación.

    Entré con cierta cautela, tenía miedo, estaba intrigada y estaba furiosa. Una mezcla mortal de sentimientos. "No, otro ataque de ansiedad.... ahora No". me serví un vaso de agua y me lo tomé de un trago, casi ahogándome.

    Miré al espejo y no pude creer lo que veía. Una mujer estaba parada en el espejo mientras dirigía su mirada a mi con una mezcla de preocupación y ternura.

    -Tranquila. he venido a despertarte definitivamente. Lo entenderás en unos segundos. Ahora cierra los ojos y confía.

    No sé por qué, pero le hice caso. La mujer dijo unas palabras que no logré entender. Palabra a palabra sentía que abandonaba mi cuerpo como pulsos, como golpes desde adentro hacia afuera.

    - Ahora sí, ¿cómo está mi querida amiga?

    Tardé unos instantes en entender lo que pasaba. Todos los recuerdos estaban ahí en mi cabeza. Recordé quién era realmente, recordé que era un alma antigua, condenada a vagar por la tierra hasta el fin. Recordé cada detalle de mi primera familia y de la última.

    Si, ya sé. Tengo mucho que explicarles. Pero por ahora sólo les contaré este receurdo.

    En esta última etapa había vivido los últimos 20 años atraída por la naturaleza. Pero sobre todo, había algo placentero en observar el mar y el cielo nocturno. Incluso en noches de tormentas. Sentía admiración, pero a la vez una melancolía inexplicable, no venían recuerdos a mi mente, pero sabía que extrañaba algo de todo eso.

    Una tarde mientras estaba de vacaciones, entré en un bosque. Caminé, me adentré, paseé y deambulé hasta llegar a un montículo de tierra apenas elevado y me senté.

    Al rato -no podría decir si minutos, segundos u horas- una pareja joven se me acrcó y me preguntó si estaba perdida o si necesitaba ayuda. A lo que les respondí sin pensar mirando a una de las mujeres:

    - No, no estoy perdida, pero necesito tu ayuda. En un mes van a viajar a Barcelona y necesito que me encuentren y me den algo que van a recibir esta tarde. Confíen en mi, hermanas. A cambio y mientras tengan ese regalo con ustedes podrán cosechar prosperidad.

    Me levanté y salí del bosque.

    Claro que de esto no me acordaba hasta hace unos minutos, de ese lapso recordaba entrar y salir del bosque y nada más.

    ¿Qué pasó con ellas después? No lo sé, pero tampoco es importante ahora. Lo único que necesitan saber y ya seguro se imaginan, es que una de las dos mujeres fue quien me "atropelló" en el salón del hotel.

    Por no lo sospechan, quiero que entiendan:

    Lluvia, arena, bosques, música y las estrellas. Sin saberlo, invoqué espíritus, dioses, hadas y duendes. Definitivamente siempre fui una bruja.

    Veronica Gómez Pou

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