No tuvimos tiempo para afianzar los lazos con los que nací. Tú me soñaste y yo te idealicé. Cuando despertaste, con lo poco que pude hacer conmigo, traté de verme mejor a tus ojos y no te gustó. Con el poder que Dios te dio, trataste de hacerme mejor pero con las cadenas que el hombre te heredó, destruiste con tu boca y tu ausencia las raíces de lo que pude ser. Y yo creí que eso era todo. Repetí patrones incansablemente como perro que solo aprendió un truco. Aquello no era. Era lo opuesto. Pero el camino más largo siempre se sintió imposible. Aunque el corto estaba lleno de espinas, escogí el dolor. Dolor que se hizo placer y costumbre. Acostumbrada a mi casa, cuando se hizo el tiempo de dejarla para hallar mi contenido y forma, me di la espalda y me dejé. Cuando me dejé, tú ya habias partido hace mucho. Hace mucho que seguí repitiendo el mismo truco para demostrarte que, aunque no haya aprendido a ser lo que querías, aprendí a sufrir para merecer si quiera tu atención. Ya no estabas y no pude conocerte, el viento recoge mi memoria cada tanto y no queda mucho de ti. Solo tu nombre. Nombre que no significa mucho. Casi nada. Se que tú quisieras soñar de nuevo, creyendo que crearías una mejor versión . No sabes que quitando cada defecto, te quedarias sin mí. Apretaste muy rápido la burbuja vacía de un nombre y no le preguntaste ¿cómo te quieres llamar?
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión