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Arte

Aug 22, 2024

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Arte
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Recorría los estrechos pasillos rebosantes de público en aquella exposición de arte.

Un descanso aligerante de la ajetreada vida en la ciudad para una persona promedio.

Un silencio inquietante pero cómodo copaba el ambiente, mezcla de respeto y amor por las obras.

Una larga cinta roja mantenía la distancia entre las delicadas piezas y sus admiradores. Ella, una joven estudiosa de contextura pequeña, deslizaba la llema de su dedo índice a lo largo del canto de la cinta, mientras sus ojos absortos se sacudían hacia todas las pinturas colgadas en las paredes.

Vestía una campera grande de un tono verde apagado (abierta por cierto), debajo, una remera negra de dibujo desgastado pero que aún conservaba su profundo color negro de fábrica (— esta me salió buena — decía ella cada vez que se la colocaba), no llevaba sostén, le molestaban, así que solo los usaba de ser completamente necesarios, de todos modos nada se alcanzaba a marcar por debajo de la ropa a pesar de que la misma se ajustaba muy bien a la forma de su cuerpo, sería imposible que alguien lo notase. Usaba también unas Converse rosa que combinaba (sin que necesariamente combinen en verdad) con un par de largas medias de red que abrazaban sus voluminosos muslos productos de años de hockey y una buena genética heredada; colgando de un hombro, una cartera de algún color otorgado por el tiempo y el uso en partes iguales donde guardaba su celular en modo avión, los auriculares enredados, un esmalte de uñas seco, manteca de cacao para los labios y un sinfín de papelitos arrugados que ve a diario pero no sabe que existen. Por último, unos anteojos desproporcionadamente grandes para el tamaño de su cabeza enmarcaban sus lindos ojos cafés, un flequillo que no debería quedarle bien pero lo hacía y un labial rosa sutíl adornaban su rostro. Sin duda alguna, un tierno y conmovedor ser para quien fuere que la viera.

Luego de unos cuántos giros a la derecha y varias pinturas admiradas se topó con una que resaltaba del resto, no era nada demasiado especial, no contaba con figuras complejas ni lujo de detalles, era simplemente una capa de azul con negro sin terminar de mezclar en un fondo gris y una línea amarilla cerca del borde superior que más que línea era rectángulo; aún así le resultó especial, se acercó para mirar más de cerca y vió un punto negro sobre el océano azul-negro, acortó más la distancia entre su cara y la pintura y entendió que aquel punto era en realidad una figura humana posada sobre el manto azul que señalaba al horizonte desde un pico elevado.

Transcurrió más tiempo en el que ella se dedicó a admirar ese único cuadro que la suma del resto.

Con el pasar del tiempo los sentimientos que le transmitía ésta pieza se intensificaron exponencialmente, más que admiración ahora sentía amor por la pintura, en especial por la silueta humanoide.

Sin aguantar más se lanzó sobre ella en un impulso descontrolado, para su suerte aterrizó sana y salva, solo que lo hizo dentro del cuadro. Cayó desde las alturas sobre aquel terreno andulado y de fluidez y viscocidad inconstantes, dió unos pasos sobre ese dédalo coloreado antes de notar que sus pies se hundían lentamente y cada vez más rápido en la superficie.

Gritó, saltó, corrió, lloró, arañó y pataleó sin librarse, pronto solo se asomaba una de sus manos desde debajo del liquido.

Entonces, otro ser acudió a su rescate, la tomó de la mano y tiró con fuerza hasta posarla nuevamente sobre el suelo que ya no le permitía hundirse; ella se enjugó las lágrimas y después miró a su salvador, primero no entendió, luego tampoco, no fue sino al tercer esfuerzo mental que las piezas del enigma encajaron y se dió a entender que aquel ente era la figura humanoide que previo a entrar en la pintura había amado incondicionalmente.

Éste era como un molde en tres dimensiones de un hombre alto y fuerte al que no se le había asignado un aspecto como tal y era su propio existir el que llenaba aquel vacío de apariencia a modo de un negro absoluto.

Él la guió de la mano por su mundo adimencional y le mostró todos sus secretos y trucos debajo de cada pliegue y túmulo.

La invitada disfrutó de cantidad de luces coloridas, emociones intensas y pensamientos sin forma que no tenían necesidad de ser comprendidos, pues solo su propio haber llenaba aquel vacío existencial.

Después de muchas eternidades de placer el guía la llevó a la montaña de fluido más alta en su mundo, le soltó la mano, señaló hacía el horizonte y ambos miraron a la infinita expansión superficial.

Otro amante de las obras pasó en ese momento a un costado de la pintura, una sensación de arrepentimiento le hizo deshacer dos pasos y contemplarla. No le pareció nada muy complejo, pero si especial y hermoso, se acercó para ver más detalladamente y encontró una silueta varonil señalando a la lejanía y una tierna y hermosa mujer de baja resolución a su lado, casi instantáneamente una fuerte sensación de amor despertó en su interior.

Jeremías Guedes

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