ARRULLITO DE ESTRELLAS

OUR LITTLE MIRACLE OF LOVE — 사랑의 작은 아기 침대. 하늘이 떨어트린 별 그게 바로 너니까. 빛나는 니 미소가 숨 쉬게 해 날. 너와 함께면 날아갈 수 있어 나. 처음처럼 변함없이 곁에 남아 줘 너를 지켜 줄게 너를 위해 살게 약속할게: 영원까지 너만 사랑할게.

El sol se cuela entre las ramas, pintando de dorado los bordes de los árboles que ya comienzan a perder sus primeras hojas: señales tímidas de que el otoño está a la vuelta de la esquina. Es una mañana que inicia con extrema dulzura, entre besos de emoción y felicidad enrojeciendo mejillas.

Con la mano entrelazada a la de su prometido, avanza por el pasillo blanco del centro médico. Pasos firmes, sonrisa amplia; no logra ocultar la ansiedad que late bajo la piel. A ratos, sin previo aviso, esa sofocante y abrumadora sensación le gana: en consecuencia Devon recibe un ataque de besos exasperado y sin vergüenza.

La sala de espera respira maternidad en cada rincón. En el mostrador, un jarrón rebosante de flores frescas —lirios blancos y gerberas anaranjadas— aporta un destello de vida al ambiente. El aire parece cargado de una calma expectante, una que Emilio no comparte, como si cada detalle estuviera dispuesto para suavizar los nervios de quienes aguardan. Entre susurros, el timbre cálido de una enfermera rompe la quietud; su voz, dulce y pausada, los invita a pasar a la consulta.

— ¿Devon y Emilio? Por aquí, por favor.

El corazón del muchacho campesino late fuerte, acompasado al sonido del monitor que comienza a encenderse. Sus ojos se clavan en Devon, en cómo se acomoda con cierta incomodidad en la camilla. De inmediato se ubica a su costado, sabiendo que ese lugar le pertenece.

— ¿Te sientes bien, amor? —con la ternura desbordándose en el tono cantarín típico de la isla, el rubio murmura de cerquita al más alto después de inclinarse hacia él. Con ese desmesurado cariño aprovecha a acomodarle unos mechoncitos de la frente—. Luego te llevaré por todos tus antojitos.