me cuestioné durante largo tiempo si verdaderamente tenía yo cabida en la dicha. si acaso de mis pupilas manaría alguna vez júbilo y no ese torrente amargo con regusto a salitre, reminiscente sacrilegio de mi alumbramiento. quizá, de haber nacido de espuma —como la espuma que rompe contra la barandilla de cualquier playa de alicante un domingo—, si el mar hubiese tenido a bien acogerme entre sus mareas, ceñirme la frente con una diadema de soles y arenisca molida, tendría valor mi presencia; pero he comprendido que ni siquiera esas humildes figurillas que mis manos frágiles pliegan en papel —aquellas grullas de celulosa que guardo en una caja de zapatos debajo de la cama, junto a cartas que nunca envié— poseen virtud suficiente para merecer existir. me abruma la vida, y me agota hasta la náusea saberme en pie.
mas he firmado un armisticio con el anhelo de existir, con ese sol que me acaricia la faz hasta teñirme las mejillas de rubor, melocotones en sazón como aquellos que hurtaba traviesa del frutal en el patio trasero de mi abuela en vallecas. ¿y quién podría jurar lo contrario? quizá mañana estas pupilas color ámbar rescaten el destello huidizo de una luciérnaga errante que se largó en pleno agosto, buscando reconciliarse consigo misma por entre azoteas y ropa tendida.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión