Arquitectura y bienestar: La casa Alatorre como reflejo del neoclásico y el higienismo tapatío
Jun 28, 2025

En el corazón de Guadalajara, entre las huellas del pasado y los ritmos del presente, se distingue la Casa Alatorre como un testimonio vivo de la arquitectura neoclásica y del proyecto higienista. Más que un simple inmueble, esta finca encierra una historia de transformaciones urbanas, usos sociales cambiantes y el gran asunto entre la conservación y modernización. A través del análisis de su evolución arquitectónica y funcional, en este texto busco redescubrir el valor patrimonial de la Casa Alatorre y comprender cómo dialoga con la historia del siglo XIX a través de las ideas de bienestar, higiene y progreso propias de su tiempo, pero también con los desafíos actuales de la ciudad.
Arquitectura como reflejo de las ideas de su tiempo
La arquitectura, entendida como el arte de proyectar y construir espacios en función de las necesidades humanas, y reflejando a lo largo del tiempo diversos estilos que responden a contextos históricos específicos. El neoclásico surgió en Europa a fines del siglo XVIII como una reacción frente al estilo barroco y renacentista, llevando los principios de simetría, proporción y funcionalidad. Heredados de la antigüedad grecorromana, que promovian una arquitectura que respondía tanto a criterios estéticos como morales e higiénicos.
En México, la llegada del neoclásico estuvo vinculada a las reformas borbónicas desde mediados del siglo XVIII, donde los descubrimientos de Pompeya y Herculano impulsados por el Rey Carlos III persiguieron el pensamiento basado en la razón y el intelecto. Aunque la consolidación de la corriente se produjo hacia finales del siglo XIX, en paralelo con los ideales de orden y progreso del régimen porfirista. Este periodo fue particularmente bueno para las transformaciones urbanas, en parte motivadas por la necesidad de enfrentar las epidemias que afectaban a las grandes ciudades. En Guadalajara, por ejemplo, el cólera de 1833 causó más de 3,000 muertes, lo que impulsó la implementación de medidas sanitarias y reformas estructurales en el espacio urbano.
Estas reformas, alimentadas por el higienismo europeo, consideraban la arquitectura y el urbanismo como instrumentos clave para mejorar la calidad de vida de la población. La ciudad debía ser limpia, ordenada, ventilada, y la arquitectura debía responder a estos principios. En este marco, el estilo neoclásico no solo resultaba apropiado estéticamente, sino también coherente con los valores de salubridad, racionalidad y progreso.
La Casa Alatorre: construcción, estilo y funciones
La Casa Alatorre fue construida en 1897, en una sola planta, con acceso principal por la calle Morelos en el Centro Histórico de Guadalajara. La propiedad se localizaba en un terreno que anteriormente perteneció al convento de Santa María de Gracia y que, en un plano de 1790, aparece como parte del quinto cuartel, colindando con los barrios de El Sagrario y San Juan de Dios. Esta ubicación la sitúa en una zona de gran riqueza histórica.
El inmueble perteneció a Cesáreo Luis Alatorre, un industrial textil que fundó una fábrica en 1892, la cual, para 1907, producía 30,000 docenas de textiles al año. Alatorre, personaje con recursos y vínculos con el Ayuntamiento de Guadalajara, encargó el diseño de la casa al ingeniero Francisco Antonio Arróniz Topete, graduado del Instituto de Ciencias del Estado y autor de otras construcciones significativas como el antiguo Seminario Conciliar. El estilo de Arróniz —marcado por el uso de ladrillo rojo semi-almohadillado y cantera negra— se convirtió en un sello distintivo que también puede observarse en otras fincas, como la ubicada en Liceo 306.
El diseño arquitectónico de la casa responde a los principios del neoclasicismo higienista: la fachada presenta un pórtico central flanqueado por ventanas simétricas, pilastras con capiteles eclécticos, molduras moderadas y un friso decorado con triglifos. La ornamentación, aunque presente, no es excesiva: se privilegia la funcionalidad, la proporción y la ventilación. La casa incorpora además elementos como balaustradas, maceteros, estípites sobre las ventanas y un frontón que indica su año de construcción.
En su interior, la finca destaca por el uso de arcos trilobulados rebajados, molduras neoclásicas en zigzag y azulejos decorativos, lo que demuestra un refinamiento técnico y estético que combina influencias europeas con técnicas y materiales locales. El principal material fue el ladrillo, probablemente producido en la misma fábrica de la que Arróniz era dueño.
Higienismo y arquitectura en el contexto porfirista
La construcción de la Casa Alatorre se inscribe en un momento de auge del higienismo como política pública en México. Influenciado por el modelo francés, el higienismo establecía una relación directa entre salud y entorno urbano. Las intervenciones urbanas de Georges-Eugène Haussmann en París sirvieron como modelo para ciudades como Guadalajara, que comenzaron a abrir avenidas, instalar sistemas de drenaje y construir espacios públicos siguiendo principios de orden, funcionalidad y estética.
En Jalisco, este impulso modernizador se consolidó con gobiernos como el de Ignacio L. Vallarta y más tarde con Porfirio Díaz, quien impulsó el desarrollo de infraestructura, la pavimentación de calles y la edificación de viviendas "saludables". Documentos del Ayuntamiento de Guadalajara de 1896 registran solicitudes de Cesáreo Alatorre para conectar letrinas en diversas propiedades, lo que evidencia su interés en incorporar avances sanitarios modernos en sus inmuebles.
La relación entre arquitectura y salud fue reforzada por el positivismo, corriente filosófica que proponía que el conocimiento verdadero provenía de los hechos comprobables y la observación científica. Figuras como Gabino Barreda y Justo Sierra promovieron una visión de Estado racional, ordenado y progresista, en la que el diseño de las ciudades debía contribuir al bienestar de sus habitantes.
Adaptaciones, destrucción y nuevos usos
A lo largo del siglo XX, la Casa Alatorre fue testigo de diversos cambios. Luego de funcionar como residencia familiar, albergó al Patronato del Agua y posteriormente a la Dirección de Educación Federal. Durante décadas también fue escenario de leyendas populares, como la del “Callejón del Diablo”, que remite a episodios coloniales de brujería, inquisición y castigo. Esta narrativa ha contribuido a dotar al inmueble de un carácter simbólico que trasciende lo puramente arquitectónico.
En los años ochenta, durante el gobierno de Flavio Romero de Velasco, se llevó a cabo la construcción de la Plaza Tapatía, proyecto de reconfiguración urbana que resultó fallido con una extensión de más de 70 mil metros cuadrados. Su fracaso trascendió lo arquitectónico: tuvo profundas implicaciones socio-urbanas. Si bien uno de los pocos aciertos operativos fue la inclusión de estacionamientos subterráneos, la intervención urbana trajo consigo demoliciones lamentables entre ellos parte de la Casa Alatorre. Se estima que perdió alrededor de 250 m² de su superficie original, afectando no solo su estructura, sino también el tejido social del centro histórico, que vio desertificarse varias de sus calles.
Entre las pérdidas se cuentan la antigua plaza de toros "El Progreso", el gimnasio olímpico, así como numerosas fincas —algunas de gran valor histórico— que fueron demolidas sin mayor resistencia por parte de la sociedad tapatía. La reacción ciudadana fue, en general, de impotencia y resignación, sin ánimo de luchar por la defensa del patrimonio.
Sin embargo, la finca logró adaptarse. Entre 1980 y 2023, albergó el restaurante-bar La Rinconada, que durante 36 años ofreció platillos tradicionales mexicanos y logró mantener el espacio activo dentro del circuito urbano. En agosto de 2023, la finca cambió nuevamente de giro y se convirtió en el restaurante “Finca Los Altos”, especializado en cocina regional alteña. Aunque no fue posible documentar completamente los planes de intervención, se registraron algunos cambios: el patio central fue cubierto por un tragaluz con vigas de madera, y el color de la fachada pasó de un tono ladrillo a un blanco grisáceo que altera su identidad original.
Actualmente, sólo cuatro espacios del interior están habilitados para el restaurante (cocina, bar, oficinas y salón), mientras otras habitaciones están en proceso de "remodelación". No obstante, muchos de los elementos originales aún pueden apreciarse, y el inmueble sigue activo en el paisaje urbano del centro histórico.
A pesar de los cambios, la Casa Alatorre conserva elementos arquitectónicos que remiten a su origen neoclásico y al proyecto higienista de su época, lo cual permite reflexionar sobre los modos en que el patrimonio construido continúa dialogando con el presente.
Estudiar, documentar y difundir la historia de este tipo de inmuebles permite fortalecer la memoria colectiva y enriquecer la comprensión del pasado urbano. La Casa Alatorre no solo permite conocer cómo se materializaron en Guadalajara los ideales del Porfiriato, sino que invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa el patrimonio en las ciudades contemporáneas. Su conservación, más allá de lo cotidiano, debe entenderse como un acto político y pedagógico que contribuye a formar ciudadanía crítica y consciente de su entorno.
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Documento completo con bibliografía: https://drive.google.com/drive/folders/1-1BItmsD-4UnSxmwQZQb2Ljr2Xt4E5Aa?usp=drive_link
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