Para qué me sirve ganarte las discusiones, si lo que le sigue no es más que un abismo. Es un no verte por todas partes, ni siquiera entender el horizonte.
No dónde comienza, tampoco dónde termina.
Es un agobio constante, de mis razones y mis egos, acariciándome las mejillas. Es un pensarte constantemente, todo el tiempo, pero muy distinto y no como siempre. No como cuando me duermo en los recuerdos de estar recostado sobre tus piernas, justo en el momento donde me corriste para ir al baño, hace tan solo unos segundos. Y no, no es eso; no es eso y te pido perdón por esto, que también es lo que soy.
Algo me encanta de los trofeos, por más que los lustre solo en casa hasta que me encandilen lo suficiente; al lado de mi café frío, y un cuaderno con los renglones desdibujados.
Volverme adulto fue el sueño más estúpido que tuve de chico.
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