-Un lamento-.
Sé que asoma la muerte.
Temo que la súplica no alcance,
que éste sea el fin.
El metal de las celdas resuena con la agonía de un pueblo,
que sólo recuerda su nombre,
cada vez que evoca el tuyo.
-Un estruendo-.
Siento un galope violento,
tiene tu olor a misterio.
Me pone en duda la esperanza en un camino estrecho,
de celdas confundidas,
arrodillándose a la inversa,
des-cerrándose hacia arriba.
Sólo puede ser que seas vos.
-Un tiempo-.
Me quedo observando,
Van escapando sin pensarlo;
pero no corren.
Como si el aura que trajiste fuese suficiente libertad.
Se van turnando, van reposando en vos las ilusiones:
Se sostienen de tus hombros,
Se buscan en tu mirada,
Se entretejen con tu pelo.
Buscan algo con que luchar.
De pronto soy uno más:
Me siento ansioso por llegarte.
-Un proceso-.
¿Por qué no te parecés a los murales?
Que distinta sueña la leyenda,
no se parece en nada a tu voz.
Alguien se perdió en el centro,
Estás aterrada y tambaleante,
Qué podría hacer tan poca carne;
Y una endereza que sucumbe ante su peso.
Esa mirada caída.
Descolocada,
en el pasar de cada anhelo,
que se asusta entre las vidas,
que sólo tendremos por vos.
¿Por qué te estás temblando?
Sos el contraste,
la antítesis de toda esta locura,
que se sostuvo en por/tu sombra.
-Un impulso-.
Sentí que podría matarte,
que mi cuerpo sería más fuerte,
para cargar con este peso.
Un golpe sobraría para arrastrarte por el suelo sin piedad.
Apreté mi puño con fuerza;
Y paralelamente sus ojos, en conjunto, apuntaron a mi cuello.
Los observé,
ya no había vestimentas,
ni razas, ni colores, eran todos tu extensión.
Toqué tu pelo asombrado,
quise entender más profundamente este alboroto,
mi desidia,
rozó algo de tu piel buscando algún consuelo;
y mis palmas, ardieron al instante.
-Un tacto-.
Soy un fragmento más de un sueño colectivo.
Es ahora nuestro pelo el que se mueve con la brisa,
siento tu frío, nos pongo tu campera,
encarnaste de pronto nuestra voz.
Y mirá qué locura: el único haz de luz que entra por el techo acaricia tu mejilla,
tampoco se lo pierde, se curva imprevisto, sospechoso.
Tus prendas se intercambian con las mías,
son las mismas, y a nadie nos importa.
Nos brota un sismo por los dedos,
Son todas nuestras manos,
un entrelazamiento recursivo,
que sólo se explica en vos.
Si supieras quel pensarte sustenta la existencia,
dejaría de aterrarte vernos a todos pintados,
con tu mismo color de pelo.
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