Arboles

Ojos lejanos observan tu rostro de manera efímera, con formas incógnitas, desde ángulos ajenos. Tus movimientos son juzgados por artistas de lo cotidiano, fulminados por la esencia más sencilla de un todo que los consume sin que lo perciban. Manteniéndose en el rigor de su naturaleza más profunda, actúan como marionetas de una realidad profana, alejada de lo virtuoso, distante de lo que brinda justicia a la palabra, a la forma y a la mente.

Coaccionados por el entorno, surgieron de un mundo lleno de árboles ancianos, de hojas a punto de desvanecer, de raíces ígneas que quemaron toda la tierra circundante. Han convenido fue necesario y hasta natural. De la ceniza de difuntos hoy nace su percepción de virtud.

Aun alienados, usufructúan el maltrato, la censura y el odio como armas naturales. No hay riesgo moral en usarlas; es, de hecho, parte de su integridad. En este teatro macabro, la realidad busca un equilibrio.

Un péndulo alcanza su punto máximo, solo depara "cambio".

Así, las sombras de la ceniza dan vida a una nueva narrativa, una donde la virtud se entrelaza con la paradoja y la dualidad. La realidad, antes tan rígida, empieza a resquebrajarse bajo el peso de sus propias contradicciones.

Los ancianos verán su fin en la intrascendencia, verán sus raíces ser consumidas por la gélida indiferencia de un nuevo mundo.