Ojos rebalsantes de arenisca inagotable. Donde supo haber un río ya no queda más que un desierto. Me encuentro añorando aquellos tiempos de sentimentalismo, cuando todo me era permitido. Ahora la única opción que se me presenta es la de sentarme en completa evasión de la realidad a escuchar cómo termina de morir con un murmullo mi corazón, el que antes supo arder.
A veces quiero que vuelva esa vitalidad, aunque ya ni recuerdo cómo se sentía, pero por el simple hecho de poder sentir algo sin trabas que se interpongan en el camino.
¿Por qué se hizo tan difícil? Todo a mi alrededor se consagró de espinas sangrantes que me impiden respirar.
Me acuesto, las sábanas se arremolinan a mi alrededor y me ahogan. Los cuadros en las paredes chorrean sus colores cuando apagas las luces y no me buscas. No sé cómo hacer para barnizarlos para siempre. Que la vida se quede sujeta a ellos como quisiera que lo estén nuestros dedos si pudieran entrelazarse en inocencia silenciosa y confidente.
El deseo me consume y me golpea hasta hacerme tambalear. Lo único que me queda de sentir es la profunda necesidad de abalanzarme sobre su corazón y abrazarlo hasta que con el mío se conviertan en uno.
¿Qué es esta sensación que me incinera enteramente? Mi río ya se secó y no logro disipar las brasas, que crecen hasta deforestarme por completo. No logro escapar de esta pesadilla porque creo que me gusta convivir. No habitarla significaría encontrar una paz que no creo poder soportar. No cuando dependo de las agujas del reloj para escuchar los latidos monótonos que mi corazón ya no sabe emitir.
Qué angustia reconfortante genera vivir en la incertidumbre absoluta.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión