Ella tenía la costumbre de anotar su día en una libretita azul, que tenía un árbol en la tapa.
Y yo, que siempre fui esclavo de las letras moría por saber si habría para mí, un espacio en el amarillento papel. Por qué si, era vieja esa libreta.
Cómo lamento haberme encontrado de cara a las palabras más crueles, por no controlar mi curiosidad. Ahora ella sale del baño, con una toalla simulando un turbante árabe para que se le seque el pelo. Y yo ya no veo su belleza y gracia, sino que veo el monstruo que esa libreta oculta.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión