Este escrito podría ser una hipótesis si refugiara alguna teoría o si no estuviera siendo escrito en un vagón del subte hacinado mientras afuera llueve a cántaros. Pero como no aloja teorías, y este vagón hacinado encandila con luz blanca a los que viajan y choca con la pantalla ida y vuelta, ida y vuelta, esto no es ninguna hipótesis: es una declaración de principios sin certezas a futuro y, siendo sincera, con pocas expectativas.
Me llevo un esqueje de potus casi muerto abajo del brazo y me pregunto mientras lo miro si queda algo en sus raíces casi muertas (como si el deseo pudiera habitar la delgadez y no fuera una pulpa que transpira en el verano y rebota contra el piso). Y en esta cáscara vacía espero que aparezca algo, a raíz del grosor de un pelo, una nueva voluntad.
Las inextinguibles ganas de buscar otro roce, otro beso, otra combinación de líneas: línea H, línea B. Me toco la cara y me aprieto los pómulos para ver si sigo acá y no me perdí en algún pasillo o entre las ramas del potus sin pulpa. Pero en realidad pienso que no soy nada de lo que solía ser, y hasta me parece irrespetuoso pensar tanto en mí cuando el calor que hace acá abajo de calle Corrientes se hace irrespirable, la mugre entrando en los pulmones. Una cáscara vacía, reseca. Un pulmón agrietado, no se ensancha. Adónde se va el deseo cuando se va y cómo se hace para encontrarlo. Un extracto de beso; en definitiva, nada más que una cursilería.
Me aprieto entre la gente mientras las puertas se cierran y pienso que si me sigo apretando hasta contraerme podría explotar como una burbuja y conmigo se iría este tallo sin raíces y mi casa se quedaría suspendida en el tiempo y desaparecería el gusto a sangre de la boca. Hay quienes escriben sin pensar en que otros lean pero yo desde que tengo memoria y diario íntimo escribí para que te llegue algún día. Ahí radica en realidad la pulpa, ahí está el deseo primitivo, ser algo, decir algo, que algo tenga sentido.
Esto no es más que un escrito mientras me apretujo y trato de tapar la pantalla para que no me vean los que viajan al lado, y trato de cuidar el potus para que ni él ni yo muramos de asfixia, que no nos olvidemos como respirar. Y cuando la puerta se abra, si es que llegamos a la estación algún día, salgamos disparados, todos disparados a la humedad del mundo exterior gris lluvioso, caminar 3 cuadras para poner la rama en agua, sentarme a terminar algo, a empezar otra cosa, a preguntarme qué le queda a este día. Si el potus da raíces no es parte de esta historia.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión