Aprendo a decirte que no.

El dolor y el amor no es algo que uno elija. Son esas cuestiones que ocurren y ya. Y las cuales, en ciertas ocasiones, no requieren un <<porqué>>.

(Te) amo y no requiero buscar las razones. Te adoro y siendo presa de tu ternura fluyo a tu lado y que me guíes en las decisiones.

(Te) olvido. Porque no te quise causar indiferencia y no quisiste —o quiero creer— que el dolor que me has hecho no fue adrede. Sé que no lo cura tu presencia.

El tiempo pasa, somos los dueños del minutero. Y siendo los dueños, no lo paramos. —me encantaría haber estacionado el segundo donde tomaste mi mano—.

Los autos todavía funcionan, Los gobernantes del país aún amenazan. En mi pueblo se mueren de hambre y miedo, y en mi casa dejamos los “lujos” porque a veces no alcanza.

Ella continúa renaciendo en recitales y sigue muriendo todos los domingos, sé que ahora esta acompañada de un pibe que la lastima y al que ella vuelve —como lo hace conmigo— y pensé que a ella le daba lo mismo.

No he vuelto a saber de ella, no en realidad.

Hace tiempo no extraño sus ojos y sus presencias,

—Esto es verdad, juro pensar que ella nunca se iría de acá—.

(Mi corazón)

Y yo no hablo del rencor,

No escribo de dolor.

Escribo de madurez y compresión.

Mi paz no requiere que te quedes conmigo,

No necesito saber de vos.

Tu felicidad, no, querida, no es la mía,

Y deseo verte feliz una eternidad a partir de hoy.