Aprender

Me frusto constantemente por el frenético deseo de aprender. Porque quiero aprender, pero detesto el proceso para llegar al conocimiento o a la maestría de una habilidad. Por ende, me frustro justo a unos dos o tres pasos del camino. Lo quiero todo y lo quiero ya; y, a pesar de saber que todo toma tiempo, que los grandes maestros fueron alguna vez novatos y que el aprendizaje requiere paciencia, no logro aceptar totalmente esa idea. Claro, debo reconocerme el hecho de que a diferencia de antes la he digerido mejor. Sin embargo, aún no del todo, ni siquiera a la mitad creería. Es otro aprendizaje que, a su vez, me afana por adquirir y del cual debo adueñarme con paciencia. Creo erróneamente que los errores son fracasos, que me entorpecen y me bloquean el camino. Pero, de hecho, son estos errores los que me guían hacia mi objetivo. Me muestran hacia dónde debo encaminarme para lograr aquello que deseo. Y, más allá de eso, son lo que le dan placer a la vida; no hay nada más satisfactorio que lograr algo, que sobreponerse a los obstáculos y superarlos con dicha.

Aprender puede ser arduo, no importa qué estés aprendiendo: dibujo, deportes, ciencias, historia, etc. Lo importante es recordar el porqué comenzaste a aprenderlo, aquello que te motivó y te ha llevado hasta donde estás hoy.