mobile isologo
buscar...

Apocalipsis ¿Ahora?

Nicolás

Jun 13, 2025

148
Apocalipsis ¿Ahora?
Empieza a escribir gratis en quaderno

En el centro de la city, Luis seguía su borrachera y ahora le sumaba el humo denso de la marihuana. Era de noche y estaba cansado. Prodan cantaba un tema de reggae, en un inglés claro. Miró la agenda de su celular; nada. El vacío. Sus amigos estaban durmiendo con sus esposas. Los cuarenta  abriles en la espalda empezaban a hacerse sentir en cuerpo y hueso. Fueron años enteros sin comer y sin dormir. Las luces de la juventud se apagaron y entonces no quedó nadie. La soledad. Eran las 3 AM de un viernes y el 38 estaba cargado. 

Benjamín escuchó una pequeña detonación a lo lejos, supuso que alguien había tirado pirotecnia por ahí. Todavía estaba recuperándose de su episodio melancólico. Ya había desahogado su espíritu entre lágrimas, ahora solo quedaba ahogar su hígado en whisky y sus pulmones en humo de tabaco uruguayo. La imagen de supuesta felicidad que recorría su mente una y otra vez, era la de Bianca sentada en un living mirándolo de reojo como disimulando lo que ambos sabían. Esa escena correspondía a una de las primeras veces que se vieron (y se enamoraron). Lo que más extrañaba de ella era aquel momento en que descubrió que una mirada puede enamorar a alguien, hasta el punto mismo de hacerle creer que la vida es un lugar lindo para habitar. 

Bianca estaba con un flaco que había conocido hace unos días y con el cual había tenido un sexo aceptable. A esa altura de la madrugada dormía profundamente.  Solo faltaba una hora para despertarse. Estaba soñando con un campo verde que se perdía en su horizonte de cielo celeste. Era muy feliz y corría por los largos prados. El sol quemaba su pálido rostro y todo parecía tener un sentido más que claro. En medio de esa paz explotó su despertador. Eran las seis de la mañana de otro viernes con una compañía mundana. Abrió los ojos poco a poco, se sentó en su cama, despertó a su amante de ocasión, lo despidió y suspiró. 

En su departamento Benjamín se estaba acostando, víctima de una borrachera asquerosa. El mundo no paraba de girar. La tierra no paraba de doler. Los pájaros no detenían su canto y el sueño lo tomó por sorpresa. Cuando se despertó el sol del atardecer se colaba por su ventana. Había dormido tan profundamente que cuando abrió los ojos olvidó que tenía resaca. Pero a los cinco minutos todos los efectos tóxicos del alcohol lo abordaron frenéticamente. Se levantó, manoteó el atado con cinco cigarrillos Philip que tenía sobre la sucia mesa de luz (justo al lado de un vaso con cerveza vieja y caliente), salió al balcón y se prendió un pucho. Los autos pasaban por la gran avenida. Un cortejo fúnebre con tan solo dos vehículos se abría paso entre el resto de los coches.

Bianca era Doctora en Psiquiatría y trabajaba en un hospital donde había una cultura aberrante por idiotizar narcóticamente a los pacientes. Costumbre que ella detestaba e impedía. Pero cuando los doctores se marchaban y los dos enfermeros que hacían guardia a la noche se chocaban de frente contra la realidad de tener que hacerse cargo de diez enfermos mentales en soledad, los manuales se quemaban y las drogas volaban para todos lados. Ella estaba fumando despacio en el gran parque que poseía el nosocomio. Su cabeza estaba muy metida en el caso de Tomás, un interno con delirios divergentes que aseguraba ser un viajero espacial y conocer todas las sociedades existentes en el universo.

Aquella tarde había entrado en crisis. Afirmaba que era la fecha señalada por los originarios de Júpiter para invadir el planeta Tierra. Vociferaba, fuera de sí, que las armas nucleares de los invasores nos iban a destruir por completo. Que no había salvación; el apocalipsis ocurriría esa misma noche. En medio de su delirio contó toda la historia social de este lejano mundo. Allí la esclavitud era ley, pero solo se podía esclavizar a quienes habían nacido en los satélites del astro. A ellos se los llamaba infames.

Un infame era fácil de conseguir para un fanático (así llamaba Tomás a los nacidos en este cuerpo celeste) solo tenía que abonar diariamente una módica cantidad de rocas al infame para que este pueda conseguir comida. El infame podía irse cuando quisiera, pero de hacerlo no podría volver a relacionarse con un fanático, por lo que no podría conseguir rocas para comer y, finalmente, moriría. En este delirio pensaba Bianca cuando su jefe la llamó a los gritos. Ella apagó el cigarro y se fue con él.  Otra vez Tomás se había pasado de rosca. La noche se acercaba y, según su teoría, la destrucción masiva de la humanidad también.

Cuando terminó su turno, Bianca decidió finalizar con el martirio de Benjamín, se acercó hasta su céntrico departamento y le explicó que no había vuelta atrás. El cariño de ambas partes estaba intacto, habían dejado la puerta abierta por si alguno quería volver. Pero volver, a estas alturas, era una cesura a los versos del adiós que ya habían sabido escribir.  Solo tenían que decidir cuál iba a ser el momento ideal para cerrar la puerta y dejar el pasado atrás. En ese cierre estaban mientras tomaban una birra en el balcón. Eran las nueve de la noche de un viernes caluroso de febrero, el cielo estaba despejado y las pocas nubes que había volaban de tal forma que se podía observar su desplazamiento aéreo. 

A lo lejos Bianca vio una pequeña luz que se acercaba desde el cielo. Benjamín gritó al observar una luminosidad aún más grande. De repente, el despejado horizonte era una luz incandescente que no frenaba su marcha. El calor aumentaba a medida que la luminotecnia se agrandaba. La gente empezó a salir a la puerta de sus hogares. Al principio se maravillaron del hermoso espectáculo que les estaba brindando el universo. La claridad era tal que parecía ser las doce del mediodía de un día de enero. En ese instante, sonaron las primeras explosiones que hacían recordar el ruido de unas trompetas desafinadas. Era como si las estrellas hubieran empezado a explotar y sus restos estuviesen cayendo en la Tierra. 

La feliz sorpresa de la gente comenzó a mutar en un pánico acelerado. Las radios no transmitían, los televisores habían dejado de funcionar. Ya no había luz eléctrica en todo el globo terráqueo. Entonces Bianca comprendió todo. La locura de Tomás no era tal. ¿Cómo podía haber sido tan ciega? ¿Fueron sus años de estudio ortodoxo de la abstracta e inexplorada mente humana lo que la cegó para poder ver lo obvio? Quizás si hubiese escuchado. Capaz si la sociedad hubiera sido un poco más justa con los marginados. Tal vez si en vez de encerrarlos se los escuchara. Por ahí, solo por ahí, la humanidad seguiría existiendo y la  destrucción masiva no hubiese acontecido. 

Los pocos humanos que sobrevivieron fueron esclavizados y llamados infames. El nuevo mundo se llenó de fanáticos que le rezaban a un extraño dios que habitaba una dimensión desconocida. La gente empezó a trabajar por rocas. Los fanáticos reconstruyeron la tierra a su imagen y semejanza. Más adelante, las rocas se transformaron en papel. París y Buenos Aires se convirtieron en hermosas ruinas que los fanáticos iban a visitar para entender como era la vida de los salvajes originarios. El planeta tierra siguió girando alrededor del sol. Aunque había algunos que aseguraban que lo hacía en torno a Júpiter. 

Entonces Luis despertó. Su sobrino lo estaba insultando de arriba a abajo. Se había quedado dormido sobre los marcos y había derramado su cerveza roja por todos lados. Más de diez cuadros completamente arruinados. No sabía que cara iba a ponerle a sus clientes ¿Cómo les iba a explicar?. Todavía estaba algo perdido por el extraño sueño que había tenido, cuando entró el dueño del local a avisarle que ya iba tres meses sin pagar el alquiler y que al cuarto iba a ser desalojado. Luis se sentó en su mesa de trabajo, eran las 9 de la mañana de un viernes caluroso. El 38 estaba cargado, el globo terráqueo le recordaba la locura de su extraña quimera. Las deudas, la soledad, la melancolía, el desamor, el vacío, el alcoholismo y quizás la locura, lo asechaban. Pero al menos había un mundo que habitar y eso significaba una nueva oportunidad de volver a empezar.

Nicolás

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión